OPINIóN
Actualizado 24/02/2018
Tomás González Blázquez

Para no exagerar, digamos que ya he soplado quinientas once velas, las mismas que la decana Vera Cruz, y esto justifica que haya olvidado muchos datos, fechas, cifras, hechos y nombres.

No obstante, aprovecho para sugerir una visita a la biblioteca que guarda lo que de mí han escrito e investigado, y de paso confirmo, a quien corresponda por si lo dudaba, que las trilogías se componen de tres. Confieso, por qué negarlo, que estoy deseando leer mi historia, y así ejercitar esta memoria mía tan maltrecha.

La vida me da que los llamados "semanasanteros" (¿gentilicio?, ¿mi club de fans?) se encargan de recordarme una y otra vez lo que fui, lo que soy y lo que ellos quieren que sea.

Los hay muy agoreros que me profetizan el fin, pero eso ya lo he oído en tantas ocasiones y en tantas épocas? incluso cuando los reyes y los obispos mandaban mucho más que ahora.

Otros se fijan sobre todo en mi presente y lo hacen negando, de alguna manera, mi pasado: que si no tengo tradición, que si no tengo identidad, que si no? No quiero discutir con ellos porque los quiero, pero no aseguro yo que uno de estos sábados no vaya a terminar hablando del gobierno.

Y también están los enamorados de mi ayer, amantes del barroco algunos (fui feliz, rica y guapa, pero ojito con la época), nostálgicos de su infancia otros, recelosos todos en cierto modo de lo que pueda venir. Auxiliada por todos sus consejos, ruborizada por sus piropos e indignada por sus desconsideraciones, que haberlas haylas, más que conmigo entre ellos, no puedo dejar de señalar alguna que otra circunstancia que me enseñó a ser mejor, por si ahora sirviera.

Mucho me emocioné cuando los comisionados de la Universidad vinieron a pedirme que honrara con mi presencia a las Escuelas Mayores, y así fue como, desde 1617, la Vera Cruz condujo sus procesiones hacia la Real Capilla de San Jerónimo, corazón del Estudio salmantino, donde siempre procuré mantenerme sobria y solemne. ¿No sería momento oportuno este VIIIº centenario para recuperar la estampa y ahuyentar prejuicios tan impropios? Cuando me acogió de forma extraordinaria hace tres años me sentí dichosa, provechosa, como en casa.

También lloré en 1724, al alcanzar la concordia los cofrades de la Cruz y los congregantes del Nazareno, envueltos en guerra de privilegios y secesiones. Que no digo yo que no viviera más cómoda bajo un único mando, eh, pero ese conflicto me torturaba y su resolución me consoló. ¿No vale de ejemplo para hincar el diente a tanta fractura, tanta divergencia y tanta pereza a la hora de construir la comunión, que casi tres siglos más tarde me sigue taladrando?

Y por no alargarme, reconozco mis lágrimas de 1805, desde el respeto a la memoria de monseñor Tavira. ¡Cómo sufrí al enterarme de que me dejaban sin salir el Miércoles y el Jueves Santo! Y si el Viernes llueve y no? Pronto me di cuenta de que vivía demasiado preocupada por las procesiones y aprendí a disfrutar más de todo cuanto me da sentido. ¿Le sacáis aplicación para vuestro momento? Confío en que sí, pero no me digáis que para vosotros "es Semana Santa todo el año"? porque entonces no soy yo.

En la imagen, escena de la Flagelación ? frontal de altar de la Capilla de la Vera Cruz, Salamanca

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