OPINIóN
Actualizado 18/02/2018
Carlos Javier Salgado Fuentes

El próximo sábado, 24 de febrero, a las 17:00 horas, se prevé que una marea humana inunde las calles del centro de Salamanca, para señalar que una mayoría de la sociedad salmantina no quiere una mina de uranio en el Campo Charro ni las consecuencias que podría acarrear la misma sobre el río Yeltes y su entorno.

Y todo ello se hará tras haber desestimado esta semana la Justicia las alegaciones presentadas por el Ayuntamiento de Retortillo, por inacción del mismo ante la posible ilegalidad de la tala de encinas llevada a cabo por la empresa minera Berkeley en el término municipal retortillano, hechos que suscitaron que la plataforma Stop Uranio tenga planteado un recurso contra dicho Consistorio ante el Juzgado Contencioso-Administrativo nº 1 de Salamanca.

Este recurso, se basa precisamente en que Berkeley habría practicado una tala masiva de encinas en Retortillo sin contar presuntamente con la Licencia Ambiental y Urbanística pertinente en dicho municipio, lo que se traduciría en que, de confirmarse los hechos denunciados por Stop Uranio, dicha tala de 2.000 encinas se consideraría ilegal y debería haberse paralizado cautelarmente por el ayuntamiento de Retortillo.

En todo caso, y volviendo sobre la manifestación del día 24 en Salamanca contra la mina de uranio, ésta tendrá su inicio en la plaza de la Constitución de la capital salmantina a las 17:00 horas, discurrirá posteriormente por la Gran Vía, avenida de Mirat, puerta de Zamora, y finalizará en la Plaza Mayor tras haber recorrido la calle Zamora.

A este respecto, desde la coordinadora ciudadana 'No a la mina de uranio', convocante de la marcha, han sido claros en su postura frente a la mina de Retortillo: "No nos vamos a jugar el futuro de la provincia por un proyecto que va a durar nueve años como mucho".

Y es que, las consecuencias medioambientales sobre el entorno pueden ser más que notables, ya que hay ejemplos de ríos muertos en los alrededores de minas de uranio, como en la antigua mina de Los Gigantes de Argentina, en la cual desapareció todo rastro de vida en el conocido como arroyo de la Mina.

Asimismo, la antigua mina de uranio de Andújar dejó tras de sí un reguero de casos de cáncer que harían temer que ocurriese algo similar en el Campo Charro de ponerse en marcha la mina de uranio, con importantes problemas de salud que podrían afectar a quienes vivan en los pueblos cercanos.

A todo ello se podría sumar, en caso de ponerse en marcha la mina de uranio, el desprestigio que podría acarrear para nuestra ganadería y nuestros productos el ser identificados como propios de una tierra cuya salubridad se pusiese en entredicho por la mina.

Esto podría conllevar que nuestras marcas de calidad se viesen enormemente afectadas y, con ello, que nuestra ganadería y agricultura pudiesen sufrir un durísimo golpe del que, quizá, no se pudiese recuperar, teniendo como consecuencia el cierre de explotaciones ganaderas por no tener compradores de los productos, o que éstos tuviesen que pagarse bastante por debajo del precio de mercado para poder darles salida.

Por todo ello, me planteo una pregunta: ¿Merece la pena arriesgarse a perder nuestra ganadería y nuestro entorno natural por una mina cuya vida estimada es de apenas 9 años?

Personalmente, opino que no, y por ello, estimo que el sábado 24 habrá una oportunidad inmejorable para dejar claro en Salamanca que no merece la pena hipotecar nuestro futuro por una mina de uranio de corto espacio de vida.

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