Los troncos de la imagen, como lapiceros gigantes, descansan vencidos sobre la misma tierra que los alimentó. Estos vetustos leños abrazaron la existencia en otro tiempo. Y, a la sombra de sus frondosas copas, nos refrescamos en el tórrido verano. Con sus raíces clavadas en la tierra, soportaron vigorosos el azote de los vientos. Hoy, en la Isla del Soto, se ofrecen al viandante como elementos de escritura, quizá para recordarnos lo que falta por escribir sobre nuestra conciencia: "Mantener limpio el medio natural es una obligación; respetar sus principios, una necesidad para la vida".