Un momento de la Gala Taurina de este pasado viernes


TOROS
Actualizado 17/02/2018
Redacción

Visto en panorámica el evento resultó lo que metidos en faena llamaríamos pleno de torería y templanza

El planeta de los toros de Salamanca, que sigue siendo luminoso, volvió a extenderse, un año más, en el Teatro Liceo para destacar lo más razonablemente subrayable de la Feria de 2017 de septiembre, además de otros satélites no menos importantes del fomento y la actividad taurina.

El acto comenzó con un cuarto de hora de retraso. La puntualidad en estas empresas parece ser asunto difícil de conseguir. Ello a pesar de los esfuerzos de la organización. Visto en panorámica el evento resultó lo que metidos en faena llamaríamos pleno de torería y templanza. Al margen de lo puramente mecánico de entregar y recoger premios, que en este caso tuvo un correcto desarrollo, quiero destacar cuatro o cinco cosas que me llamaron la atención.

Muy bella la apertura en video, voz y recuerdo de Ana Pedrero, a los ganaderos profesionales del toreo (ganaderos y toreros) fallecidos recientemente, así como el poso posterior de melancolía de la cuerda de clarinetes de la Banda de Música de Alba de Tormes, ayer protagonista esencial de la Gala. No siendo el año pasado espectador de la Feria, admiré por unos instantes el extraordinario momento profesional de Antonio Ferrera y el desparpajo y solvencia medida artística de un novillero al que no había visto: Antonio Grande.

Me interesó mucho el desarrollo que hizo el director del cine Juan Figueroa en su discurso, descubriendo curiosas sinergias entre el cine y la tauromaquia. Expresivo, culto, divulgativo, entendible. Un acierto.

Nunca había visto y oído al maestro Santiago Martín (con el que he coincidido en numerosos coloquios y eventos taurinos) tan emotivo y tan breve. La ovación que se llevó ("Salamanca en el corazón", como decía Farina) con el público puesto en pie fue de auténtica gala.

El necesario homenaje a Vitorino Martín, al toro más bravo, al mejor puyazo y quite. Por cierto, echo de menos un premio al mejor par de banderillas. El segundo tercio, rumboso y cabal donde los haya, quedó huérfano en esta ocasión.


Los correspondientes a Perera (Ayuntamiento), del Álamo, Ferrera (los dos últimos por triplicado) y el protagonismo, entre sibilino y omnipresente de la Banda de Alba, brillante siempre en Suspiros de España, delicada y nostálgica; Gallito, cumbre del maestro Lope, Tercio de quites, del genial Rafael Talens, o El Viti, tarareado por lo bajini por el público mientras el maestro miraba a la banda agradecido.

Raro es que esta Banda, la mejor sin duda de Castilla y León, no interprete un pasodoble en sus grabaciones discográficas y conciertos. Dos discos enteros tiene dedicados a él, uno de ellos de indudable valor de investigación. Y su ejemplar actuación, año tras año en la Glorieta durante la Feria. Un premio absolutamente merecido.

Finalmente una mención especial a un comentario tenue, fugaz, dicho como entre dientes por un joven mayoral, el de Garcigrande, que por edad, veintipocos años a mi me recordó aquel poema de Gabriel y Galán con el que titulo esta croniquilla: Mi vaquerillo. Gonzalo Sepúlveda, dentro de la evidente y desacostumbrada incomodidad de un traje desasistido, dijo medio temblando: "quiero dedicar especialmente este premio a la Federación y a las peñas que se preocupan por la fiesta y por reconocer nuestra labor, cosa que no siempre agradecemos".

Yo creo que estas palabras medio atropelladas pero dichas con el corazón y modesta sinceridad fueron de lo mejorcito de toda la noche. María Fuentes y Toni Sánchez, perfectos.

(Toño Blázquez)

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