OPINIóN
Actualizado 15/02/2018
María Fuentes

"Pienso en lo que se debe sentir en ese primer miedo para afrontar y digerir la palabra. Pienso en cómo el alma debe quedar desnuda y los miedos expuestos"

Cada año se diagnostican cerca de 1.400 nuevos casos de niños con cáncer en España de 0 a 18 años. El cáncer infantil es la primera causa de muerte por enfermedad hasta los 14 años. Hoy, 15 de febrero, bajo el lema 'Nunca crecer antes de tiempo' se conmemora el Día Internacional del Niño con Cáncer. La palabra, por sí misma, aterra, más si cabe cuando se cruza con vidas inocentes cuya única preocupación debería ser soñar, solo eso, soñar con ser.

Pienso en lo que se debe sentir en ese primer miedo para afrontar y digerir la palabra. Pienso en cómo el alma debe quedar desnuda y los miedos expuestos; la fragilidad latente para que el valor de la vida cobre sentido como nunca antes.

Admiro a quienes lo padecen y a quienes fieles abrazan su mano; a quienes apuestan por la fuerza interior en esos momentos en los que el mundo se pone a la contra; a quienes son capaces de dar brillo cuando en el alma se ha instalado la oscuridad más dura y sin embargo sonríen, sonríen sabiendo que hay batallas que se ganan.

La fe todo lo puede. Y es que si algo me ha enseñado la vida es que hay que apostar por la fe cuando el miedo y la espera queman. Fe en Dios, en un amuleto, en un detalle o en lo que sea. Si el hombre vive es porque cree en algo, y la fe y la esperanza son las mejores dosis en esos pasillos de hospital infinitos de horas amargas que pasan con las duda de saber si mañana amanecerá de nuevo.

Me acuerdo ahora del pequeño Adrián, el niño valenciano que falleció de cáncer y soñaba con ser torero; de Rubén, el niño de Villares de la Reina jugador del C.D. Navega que en estos momentos lucha por aferrarse a la vida mientras el mundo del fútbol salmantino se ha unido para mandarle toda la fuerza; o en Víctor, nuestro Víctor, el niño ya convertido en adulto que cuando solo tenía 13 años pasaba los días entre sesiones de quimio y controles médicos. Hoy es casi un hombre y al verme siempre me regala un abrazo de esos que lo curan todo. Fue ejemplo, fue fortaleza y nos dio a todos una lección de vida.

Por ellos pido que se investigue, que estas efemérides sirvan únicamente para poner de manifiesto la verdadera reivindicación, que es la apuesta por la investigación como única vía para mejorar la supervivencia. Ojalá algún día hablemos de esta enfermedad en pasado; ojalá no hubiera más vidas rotas y ojalá, los que ahora nos leen desde la camilla de la espera pensando que la vida se está apagando no les falte la fe en el destino. Que suspiren fuerte, hondo. Que venzan, que se curen. Hay luz, hay vida.

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