La memoria histórica, en mi caso está a flor de piel, y cualquier noticia relacionada me lleva a recuerdos infantiles muy gratos. Cuando yo jugaba en juveniles, recuerdo con mucho cariño al árbitro local César López que ejercía en las máximas categorías, pero, de vez en cuando, se entrenaba algún domingo arbitrando nuestros partidos.
Disfrutaba con el estilo de este árbitro, su discurso amable, nos ayudaba en el juego y era un maestro tanto en la aplicación de la ley de la ventaja, como en los lanzamientos de fuera de banda que nos hacía repetir si cometíamos algún fallo. Sin duda, colaboró en nuestra formación y, de alguna manera, creó escuela pues otros árbitros posteriores, por ejemplo, Joaquín Ramos, le siguieron en aquel proceso de formación.
Hace unas fechas se publicó que el árbitro David Téllez ayudó a un portero de 8 años a formar su propia barrera en el lanzamiento de un libre directo en su contra. Las redes sociales se hicieron eco, así como la prensa: "Lo acompañó hasta el poste y le explicó cómo formar una barrera para que sus compañeros cubran correctamente la meta".
Pero lo mejor, para mí, fue la interlocución previa entre jugador y árbitro: "Le dije que no tenía bien colocada la barrera y que si quería lo podía ayudar, él me dijo que sí". Veo con frecuencia partidos de niños muy niños (Hasta 9 años) y observo que al menos 5 ó 6 veces el árbitro se agacha para atarle las botas a los pequeños jugadores. Por supuesto, nunca vi que los mande a que se las ate el entrenador de turno.
Este hecho tan notable se produjo en nuestra querida Salamanca, se celebraba el partido del Ciudad Rodrigo contra Barrio El Zurguén, de la Liga Provincial Benjamín. El árbitro asegura, ahora, que lo más gratificante fue el agradecimiento de la madre del portero. Siendo un gesto plausible, algunos lo criticaron porque el árbitro "se inmiscuyó en las labores del entrenador".
Si bien, el árbitro Téllez, aseguró: "Puedo entender su postura, la mía es hacer que se cumplan las normas del juego, pero que entiendo que a esas edades todos tenemos que tener que ser educadores, no solo los entrenadores sino también los árbitros y los padres". Opinión con la que tenemos que estar absolutamente de acuerdo, sin "picarse" unos y otros por un aparente exceso de celo que no minora en absoluto la autoridad de nadie. O así deberíamos entenderlo todos los que participamos en esta labor formadora de futbolistas y de personas jóvenes.