OPINIóN
Actualizado 13/02/2018
José Javier Muñoz

Cuando me hicieron la foto adjunta en blanco y negro no imaginaba que pasaría treinta y muchos años ganándome el sustento ante los micrófonos de Radio Nacional de España. Comencé en Bilbao, seguí por la Rioja y Baleares y me jubilé en la emisora de Salamanca.

En 1978 fui destinado a Logroño en calidad de jefe de informativos de una emisora que todavía se estaba construyendo y cuya programación completa tuve que poner en marcha, dado que el director no tenía pajolera idea de radio porque había sido nombrado por enchufe político, de acuerdo con el hábito de las empresas públicas. En la fotografía en color estoy en uno de sus locutorios con Matías Prats Cañete (para los jóvenes, el padre de Matías Prats de Antena 3). Cuando llevábamos aproximadamente un año de emisión de contenidos autóctonos en onda media, promoví un sondeo con objeto de conocer nuestra cobertura. Durante un trimestre, al término del informativo regional, entre las dos menos cuarto y las dos de la tarde, RNE en Logroño lanzó al aire el ruego de que los oyentes llamaran por teléfono a los estudios para decir, en su propia voz y en directo, desde qué lugares nos oían y con qué asiduidad. Cuando propuse esa idea no pretendía realizar una encuesta científica sobre la audiencia; era, nada más, un intento de sentir su latido y situarla geográficamente. De paso, dábamos a los oyentes la oportunidad de intervenir con sus experiencias. Haciendo zapping en el dial oigo de vez en cuando ahora, en 2018, un programa de madrugada de la COPE titulado "Poniendo las calles" cuyo principal gancho es precisamente ese: la llamada de los oyentes diciendo "aquí estoy yo". La respuesta a mi microespacio de hace treinta años fue sorprendente. La audiencia de RNE en Logroño se extendía entonces a una amplia zona del Norte de la Península: la Rioja, Burgos, Navarra, Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Palencia, Soria, Zaragoza y Huesca. Un detalle a considerar: los participantes en el sondeo tenían que tomarse la molestia de llamar, no había teléfonos móviles y corría a su cargo el pago de la conferencia. La avalancha de llamadas desde poblaciones riojanas hizo que tuviéramos que rogar que se abstuvieran y dieran oportunidad de emitir comunicaciones de otras provincias. Una pequeña parte de la audiencia correspondía a riojanos afincados en otras provincias que buscaban en la radio un cordón umbilical con su patria chica, pero muchos más eran hombres y mujeres del campo y de las ciudades sin especial vinculación afectiva o social con el lugar desde el que emitíamos nuestros programas regionales.

La UNESCO estableció el 13 de febrero como día mundial de la radio. Quedó demostrado entonces que la radio es un medio sin fronteras temporales, geográficas ni administrativas. Y lo sigue siendo. La radio es una compañera ten con ten entre quienes la hacen y quienes la escuchan. Cuando los mensajes se producen con buena voluntad y rigor, con claridad y sin artificios, son bien recibidos no importa de dónde vengan.

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