OPINIóN
Actualizado 13/02/2018
Isaura Díaz Figueiredo

Atreverse a conocer nadando en aguas de seda,

la zanda que trenza voluptuosa,

el perfume de lo prohibido.

Aire fresco para nuestros cuerpos,

libidinosa llama,

alargando vacíos,

velamen inagotable,

de lo ilegitimo,

agónico

deseo,

flor

silenciosa,

que desea morir entregada al placer.

II

No hacía falta otra cosa,

ebrios de temblores,

libamos,

con ansiedad apasionada

el sabor de nuestra piel

¡Tanta vida oculta!

III

No supimos medir el tiempo,

ni los gritos del alma,

ni la luz oculta cada amanecer.

frente al espejo.


IV

Ahora quedan unas manos tendidas,

agónicas,

vacías,

níveas.

Transida tiemblo,

ante el grito desgarrado,

agitando mi respiración

V

Desnuda de caricias

apuro los recuerdos

te reinvento con color de tarde

paladeo la desnudez de tu cuerpo ,

adivino la brisa hechizando mis sentidos,

Y sigo preguntándome ante el viejo espejo,

si tu fantasmal presencia no se ha ido

VI

Solo queda sobre el diván,

un cofre repleto de estelas,

voces pervirtiendo el silencio,

esencia con aroma a jazmín,

que cada amanecer sueña con el retorno.

Isaura Díaz de Figueiredo

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