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Nos espetan desde el ejecutivo que debemos ir ahorrando para tener pensiones o para que nuestros hijos puedan estudiar. Así, de un golpe, se cargan leyes y derechos. Invocan la Constitución cuando les viene en gana, y se la saltan a la torera en cuanto les place.
No me sorprende. De éstos ya me lo esperaba, acostumbrado, como nos tienen, a verles rescatar a sus amigos, aunque sea hundiendo a sus votantes. Lo que me cuesta asumir es la pasividad de las gentes. Esas gentes que sólo se movilizan colgando trapos rojigualdas en los balcones al son del 155. Esas gentes incapaces de darse cuenta de que mañana habrán de comer banderas, porque no tendrán alimentos. Tendrán que abrigarse con pendones, porque carecerán de mantas y de calefacción.
Hasta entonces, seguirán actuando como los parias en los cortijos de antaño cuando llegaban los señoritos a ver sus propiedades, a escrutar a sus sirvientes.
Hasta creo oír ya el grito de ¡Viva don Mariano! ¡Viva don Albert!