OPINIóN
Actualizado 07/02/2018
Juan Antonio Mateos Pérez

Invertir dinero y recursos humanos en un proyecto de impermeabilización de fronteras es tan ajeno a la racionalidad como invertirlos en lograr la cuadratura del círculo: si las cruzan los lagartos, los insectos, los pájaros, las mercancías, si por ellas p

Este fin de semana, 21 personas migrantes han perdido la vida a escasas millas de Melilla, en una patera en la que viajaban un total de 47 personas según informó la ONG Caminando Fronteras en la voz de Helena Maleno. Muchas personas que huyen de la miseria y del infierno, multiplican sus sufrimientos al cruzar las fronteras, en una humanidad extenuada por los obstáculos, son más prójimos de la muerte que de la solidaridad. Cerramos nuestras fronteras alambradas de cuchillas para romper los sueños de una vida mejor de los que no tienen nada y apaciguar los miedos de nuestras sociedades privilegiadas. Europa tiene las manos manchadas y es responsable con su ley de extranjería que roza la xenofobia y el racismo, de tantas muertes y sufrimientos, más preocupados de la seguridad que de las personas y sus derechos.

Ciudadanos de todo el país, se están manifestando en memoria de las víctimas de El Tarajal, cuando la Guardia Civil disparaba pelotas de goma y botes de humo mientras trataban de llegar a las costas españolas, un 6 de febrero de 2014. La indignación fue generalizada ante tanto sufrimiento y muerte continuada en la frontera sur, acentuada por el silencio de la administración hiriendo sensibilidades e insultando la inteligencia ante tanta inhumanidad. Lo más triste, es que nadie se siente responsable ante tantas muertes y sufrimiento, elevando a la categoría de la nada los derechos más elementales y desplegando una hipocresía irresponsable.

No solo subrayamos las muertes, ahí está la negación de ayuda humanitaria como alimento y agua de muchas pateras que no llegan a nuestro y son deportadas en "caliente". Por no hablar de las cárceles CIEs (Centro de internamiento para Inmigrantes) como la de Archidona, sin las condiciones mínimas de habitabilidad. Detrás de las puertas metálicas que se cierran, se hacinan en las celdas seis u ocho personas, mientras que en las prisiones son solo para una o dos personas. Centros custodiados por la policía y no por funcionaros o agentes de inmigración. Cárceles camufladas sin garantías, sin respetar la ley ni los derechos de las personas, para el único delito de la mayoría de ellos: SER POBRES.

En estos días, muchas organizaciones de derechos, así como ONGs que trabajan en las fronteras están apoyando la iniciativa que el 6 de febrero sea un día para la memoria de las víctimas de las fronteras. Quieren que en esta iniciativa se sumen políticos y personas de bien para realizar una petición al Parlamento Europeo que ese día sea el "DÍA EUROPEO POR LAS VÍCTIMAS DE LAS FRONTERAS". La iniciativa quiere acompañarse con una serie de objetivos que puedan asumir los políticos europeos: 1) Abrir espacios para el conocimiento de la verdad, reconocer a las víctimas y sus familias de esta tragedia; 2) encontrar fórmulas de reparación, dignificar su memoria, habilitar espacios (institucionales y civiles), donde se puedan exigir responsabilidades; 3) permitir y fomentar el acceso a la justicia, las víctimas deben tener acceso a demandar justicia ante los tribunales nacionales y europeos y que no queden impones numerosas violaciones de derechos; 4) conseguir compromisos para realizar políticas más humanitarias en las fronteras para no causar más víctimas.

Parece necesario recuperar la solidaridad si queremos construir una Europa más más comunitaria, justa y habitable. Educar en la solidaridad es mirar desde el corazón la realidad del otro que sufre y está herido en su dignidad de persona y, se nos manifiesta como no-persona desde el momento en que es tratado como cosa. Este principio de solidaridad es un imperativo categórico del corazón humano, también de la ética y la política si queremos tomarnos en serio los derechos de todos.

No podemos crear normas que conviertan la solidaridad en ilegal, siendo un principio esencial no solo para las personas, primordialmente para los Estados. La solidaridad para con los más desheredados es imprescindible para construir una realidad más justa, que considera que los bienes de la tierra tienen un destino universal y que ni la propiedad ni las fronteras pueden tener un valor absoluto ante la miseria del prójimo y su derecho a sobrevivir.

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