OPINIóN
Actualizado 30/01/2018
José Javier Muñoz

Ante la plaga del desempleo, paliada pero no erradicada, conviene hacer ciertas reflexiones que ayuden a clarificar la situación. Sin un diagnóstico correcto no hay curación posible.

Me he cansado de repetir que es falso que falte trabajo. ¡Anda que no hay cosas por hacer, averías por arreglar y proyectos por desarrollar! Trabajo sobra. Lo que no hay (pese a que nunca ha existido a lo largo de la Historia mayor porcentaje de asalariados en el mundo) es sueldos o retribuciones fijas para todos. Otro error que conviene corregir es que el trabajo es una bendición. Lo que es bueno es el empleo remunerado, no el trabajo en sí. ¿Por qué tantos seres humanos creen que es una maldición bíblica? ¿De qué, si no, tratamos de librarnos lo más posible del esfuerzo desde que el mundo es mundo? ¿Para qué se inventan las máquinas y las herramientas? No olvidemos que la palabra trabajo procede del latín tripalium, un instrumento de tortura de tres troncos de madera cruzados y dotado de cepos para sujetar a la víctima.

Solemos quejarnos de que esta sociedad no tiene ni pies ni cabeza, pero su carencia más significativa es la de las manos. La Humanidad está pagando precisamente el haber sustituido la mano de obra por maquinaria y tecnología, causa principal del desempleo industrial. El ingenio humano aplicado a la superación del esfuerzo permite desarrollar la mayoría de las tareas sin recurrir a los músculos y, cada vez más, sin utilizar las manos. Lo que conocemos convencionalmente como progreso consiste en ir prescindiendo paulatinamente del uso de las extremidades superiores. En los puestos más favorecidos las manos se limitan a dirigir máquinas, artilugios y vehículos que se mueven por nosotros. Y puede afirmarse que en la escala social se atribuye más importancia a quienes usan una sola mano (por ejemplo, un escritor o un director de orquesta) que a los que necesitan las dos. Y encima, los peldaños más altos del éxito social y económico se encuentran ocupados por quienes, en lugar de las manos, utilizan los pies. Seguro que han pensado ya en los futbolistas galácticos, la mejor prueba de que nuestra civilización no premia lo manual, ya que en su oficio no sólo no necesitan utilizar las manos sino que lo tienen casi siempre expresamente prohibido.

No sólo los desempleados, los jubilados y los multimillonarios; también incontables trabajadores viven mano sobre mano a la espera de que los providencialistas y redentores de izquierdas o derechas repartan por fin el sueldo universal sin necesidad de mover un dedo. Corre por las redes sociales este chiste de los Reyes Magos: "Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar, seré breve: necesito dinero y adelgazar. Respuesta: Aquí los Reyes Magos; seremos breves: ¡trabaja y no comas tanto!".

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