OPINIóN
Actualizado 29/01/2018
María Jesús Sánchez Oliva

La palabra

Alegre abrió la palabra
sus alas para volar
y dar al pueblo cautivo
la rosa blanca de paz;
mas, el poder que la vio
ató su vuelo con sogas
de sangre y de destrucción.
Puso el mantel la palabra
y sirvió en la mesa el pan
para que el pueblo oprimido
se nutriera con su sal;
mas, se rebeló el poder
y con cuchillos de acero
cortó el derecho a comer.
De rodillas la palabra
llamó para dialogar
a aquellos que con su suerte
deciden por los demás;
mas, el poder no la oyó

y el llanto de los más débiles
colmó su copa de honor.
Qué triste está la palabra,
cómo llora su fracaso,
ella que nació por ser
rosa en los anchos desiertos,
estrella en noches oscuras,
bandera en victorias blancas,
sol de las espesas sombras,
lazo en manos de colores,
libertad de mariposas,
sonrisa de la esperanza,
hermoso árbol de justicia
con vocación de futuro,
y el abuso de los fuertes
asfixió su clara voz
con los gritos de las guerras
y las voces de las armas
olvidando con las glorias
de victorias mal ganadas
que sólo ella puede ser
triunfo de grandes batallas.
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