P.M. Lamet cuenta que una reportera de El Mundo le llamó para preguntarle si él creía que los españoles rezan más en tiempos de crisis. Él le respondió que no se fiaba un pelo de las encuestas en este tema. Ahora se ha puesto de moda en España no creer, seguía diciendo Lamet. Es de buen tono aparecer muy autónomos e independientes de toda creencia y confesionalidad. Pero esa es la fachada. Cuando llegan situaciones límite, como la muerte de un ser querido, el fracaso sentimental o una enfermedad grave, es más frecuente de lo que dicen las encuestas.
De hecho, una de estas encuestas aseguraba por ejemplo, que cuatro de cada cinco españoles continúan declarándose católicos, aunque apenas un tercio de ellos reza o asiste a misa con regularidad, mientras que otro tercio afirma haberse "alejado en tal medida de la Iglesia", que ya no asiste a los servicios religiosos, o lo hace con "muy poca frecuencia". Éstas eran las principales claves del Informe Religioso 2008, presentado por la Fundación Bertelsmann.
La fe en España quedaría relegada en el informe a una posición muy por debajo del resto de países con larga tradición católica en Europa (Polonia e Italia), tanto en práctica religiosa, como en la importancia que se da a la religiosidad. La diferencia es especialmente grande con Italia, país donde el 44% de los católicos se define como "muy religioso" y solo un 7% no da importancia a su fe.
En España, por el contrario, solo el 27% dice tener "una fe profunda" y la proporción de creyentes no religiosos alcanza el 19%. Dos tercios de los católicos españoles considera además que su religiosidad tiene "muy poca o ninguna" influencia en su vida cotidiana. La fe "suena como una música de fondo", nada más, según apunta el propio estudio.
Quienes brindan más apoyo a la religión, según esta encuesta, son las mujeres y las personas mayores, mientras que apenas un 11% de los jóvenes se declara "altamente religioso". Y eso que nueve de cada diez menores de 30 años admite haber sido educado religiosamente.
Hay muchas clases de fe. La imagen que tenemos de Dios va cambiando a lo largo de los años; normalmente madura y se hace una fe adulta. Los cristianos tenemos imágenes bastantes distintas de Dios, cada uno nos hacemos nuestra idea de Él.
Hay que reconocer que en nombre de Dios o de los dioses se hacen las más grandes barbaridades: se roba, se mata, se mutilan toda clase de derechos. Y si nos matamos unos a otros, en nombre de Dios, es mejor ser ateos, decía un joven. El fanático religioso es capaz de cometer las mayores atrocidades por defender a su Dios, ya que se sienten el guardián y defensor de Dios.
El primer paso que tendremos que dar para que nazca el verdadero Dios, será abandonar la imagen falsa que tenemos de Él. Hay que salir, hay que engendrar una nueva imagen, la verdadera. El Dios de ayer no sirve para hoy, porque Dios es eternamente nuevo. Dios no se repite, Dios siempre cambia y siempre vuelve. Para ello hay que dejar atrás la vieja idea de Dios y no caer en la tentación de adorar ídolos, ni manipular a Dios ni tomar el nombre de Dios en vano.
No solo es idolatría fabricarse imágenes falsas de Dios; también lo es construirse falsos conceptos de Él, Realmente, no hay mayor idolatría que la pretensión de conceptualizar a Dios, o sea, de reducirlo a la estrechez de nuestra mente. El dios que nace de nuestra mente no representa al Dios verdadero, sino a nuestra idea, a nuestro prejuicio y a nuestros intereses. Es un ídolo, una imagen mental falsa.
El Dios de Jesús es solamente Amor y nada más que Amor. Dios es solamente Amor, Verdad, Ternura, Comprensión? Tenemos que afirmar con la Escritura que Dios ama gratuita y apasionadamente al hombre. Se ha hecho visible la bondad de Dios y su amor por los hombres.