OPINIóN
Actualizado 26/01/2018
Luis Frayle Delgado

La misma palabra etimológicamente ya lo dice: enfermedad. Y no pienso ni voy a decir aquello de que "cualquier tiempo pasado fue mejor", porque el siglo XX, que yo he vivido, fue bastante malo y de hecho, con aquellas guerras terribles, la humanidad de entonces estaba mucho más enferma.

Pero la morbosidad de nuestra época, de la gente en general, tiene algo especial, quizá no viene ni se desarrolla de lo más malvado y diabólico del ser humano (eso queda para casos concretos), sino de ciertos instintos, de los sentidos corporales y de los internos, entre ellos la imaginación y la fantasía, que se engloban, diríamos en una curiosidad malsana por saber y sentir cosas cuanto más excitantes mejor.

Y los medios de comunicación, que se han percatado de ello, hay que ver cómo buscan y rebuscan, escarban en los montones de basura humana.

Fíjate, por ejemplo, en los reporteros y reporteras jóvenes, quizá prototipo del nuevo periodismo, cómo se mueven, cómo cuentan, cómo narran, con qué pasión, con que literatura, o sin ella, los orígenes, las causas reales o imaginadas, las pasiones humanas que han dado lugar a los hechos; y cómo persiguen no sólo al que hace la autopsia del asesinado o asesinada, sino al vecino, al que pasó por allí y no paran hasta sacarle las tripas.

El detective Wallander en las novelas de Mankell se queda chico describiendo los bajos fondos del ser humano con naturalidad y a la vez con pasión y desparpajo. Y luego en los medios escritos, en los mismos titulares, días y días, aparece la miseria física y la bajeza moral del ser humano, que puede esconderse o lucirse en el último avión que se ha comprado un futbolista o en el magnate del cine, al que ahora las actrices acusan de violador y se visten de negro, después de haber vivido en la opulencia y muchas hacerse viejas.

Este mirador piensa que muchas de estas cosas que hoy nos cuentan los periodistas, cuya misión es precisamente esa, contar lo que hay, y en general los criterios (si es que hay criterios) por los que se rigen esos relatos de una realidad domesticada se deben a lo que ahora se llama "efecto llamada".

Y llega a pensar que los mismos videos, relatos, reportajes y periodismo de investigación, y las noticias y los comentarios de las abundantes redes, por ejemplo sobre la llamada violencia de género, todo ordinariamente en una sola dirección, contribuye todo ello a un aprendizaje directo o indirecto, por el efecto que hemos dicho. Ahí aprenden esa misma violencia doméstica o no doméstica.

Y no digamos de los becarios y becarias, cómo aprenden a rastrear el crimen, y más el morbo del crimen y si el asesino tenía algún signo en la nariz que le delatara su previa condición de asesino, preguntándolo a quien sea, que lo pueda haber visto o al menos imaginado. Y hay que llevar la pregunta bien preparada, que ya casi sea la respuesta, para que el reportaje te salga redondo. Y así tenemos un mundo a medida del morbo de la gente, como un círculo vicioso, es decir lleno de vicio, de pasiones y? de morbo.

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