A pesar de ello y de la elección de la música que, inevitablemente, hacen por nosotros, nuestro cerebro la traduce en mensajes, de acuerdo con factores que tienen que ver con la personalidad, la educación o nuestro estado de ánimo. Lo que puede hacer que unos consideremos que esa música elegida es acertada y para otros, todo lo contrario.
La música nos ofrece, como ya hemos visto en otros artículos, múltiples beneficios que se concentran fundamentalmente en cuatro áreas.
Afectivo-emocional: disminuyendo la tensión, la agresividad y la ansiedad, ayudando a aumentar la tolerancia a la frustración, incrementando el sentimiento de seguridad y la salud emocional, facilitando la expresión de sentimientos, potenciando las respuestas emocionales apropiadas al contexto y mejorando la autoestima.
Cognitiva: incrementando la atención, el aprendizaje y la memoria, estimulando la imaginación y la creatividad, desarrollando la capacidad de orden, de abstracción y de análisis, actuando como refuerzo y motivación en tareas académicas, ayudando a combatir el cansancio y el aburrimiento y favoreciendo la concentración y la relajación.
Comunicación: incrementando la capacidad para expresarnos de forma adecuada y la creatividad, ayudando a expresar la sensibilidad y facilitando la capacidad de iniciar y/o mantener conversaciones relacionados con temas musicales, como nuestros gustos, conciertos, etc.
Social: aumentando la conciencia social, la pertenencia al grupo y la cooperación, disminuyendo las conductas inadecuadas y potenciando la reafirmación de la personalidad.
Así pues, la música nos trae beneficios tanto a nivel emocional como a nivel físico, aportando aquello que nos pide nuestro estado de ánimo en un momento concreto, o bajando las pulsaciones, reduciendo el estrés y favoreciendo la actividad física.
Todo esto, lo percibimos en la pantalla cuando vemos una película o un anuncio, e incluso hace que nos quedemos con el tema musical en la memoria o que identifiquemos el propio spot o el film por esa música. Si funciona, esa música podrá venderse aparte y servirá para otros fines, pero el mérito será del director y como no, del compositor por haber sabido jugar bien sus cartas.