OPINIóN
Actualizado 24/01/2018
Elena Sánchez / Andrés López

Si los barcos que portan las sacas de lana en sus bodegas navegan por aguas familiares, si los trenes de carretas y las hileras de mulas se mueven por caminos ibéricos, las cabañas lo hacen por una densa red de vías pecuarias. Los desplazamientos entre zonas de pastos complementarios se realizaba en la Europa mediterránea y en la América hispana a través de unas rutas pecuarias específicas que variarán en función de las circunstancias políticas, bélicas, climáticas y mercantiles. Y es que la ganadería móvil necesita siempre de una infraestructura viaria.

El mismo concepto recibe diferentes nombres según los países: tratturi, subdivididos en tratturelli e braci en Italia, cabañeras en Aragón, azadores reales en Valencia, carrera- das en Cataluña, carraires en Provenza, caminhos en Portugal y, en fin, cañadas reales en Castilla y León

Las cañadas reales castellanas son definidas por las leyes mesteñas como "el espacio entre dos tierras cultivadas". Estas "cañadas" debían tener una anchura legal de 90 varas (75 metros), y se subdividían en bifurcaciones menores llamadas "cordeles" de 45 varas (37 metros) y veredas de 25 varas (20 metros).

A su vez, hay una gran multitud de venillas camineras y coladas de enchufe que reciben numerosos nombres según la topo nimia comarcana: ramales, tranvías, hatajos, galianas, cordones, cuerdas, coladas, travesíos, etc. En suma, estamos ante todo un mallazo de vasos comunicantes, en los que en muchas ocasiones el pastor decide por donde marchar en función de los albures climatológicos o del cambio del mercado de las yerbas.

Al evocar la historia de las cañadas, vemos que, en el caso de los territorios de la anti- gua Corona de Castilla, va unida a los avatares del gremio ganadero de la Mesta. De entrada el camino es un hecho natural que se convierte en artificial cuanto interviene la técnica de una cultura superior. En este sentido, en la actualidad, algunos naturalistas barajan la idea del nacimiento de las vías pecuarias por las mismas sendas que abren los animales en busca de abrevaderos, por lo que las cañadas existirían desde la protohistoria.

Y los arqueólogos de la última hornada han detectado intercambios pecuarios en las tribus ibéricas de la antigüedad, así como la reutilización pecuaria de sus hábitats - cuevas y abrigos- por romanos y godos. De hecho, el inicio de una reglamentación de los desplazamientos ganaderos y de sus rutas camineras se encuentra en el famoso código del Fuero Juzgo visigodo, la cual se interrumpió con la conquista musulmana y la implantación de una economía de guerra fronteriza

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