OPINIóN
Actualizado 23/01/2018
José Javier Muñoz

"Recuerdo que entre los primeros programas que vi cuando era niño en Televisión Española había bastantes documentales antropológicos. En una época en que los políticos censuraban la programación hasta el extremo de prohibir escotes holgados a las damas, se difundían filmaciones en las que aparecían mujeres desnudas ?algunas, por cierto, muy hermosas? de determinadas tribus primitivas. La normalización del nudismo ha impedido que caigamos en la cuenta de lo que aquel caso aparentemente nimio tenía de significativo. En pimer lugar, un reconocimiento de la relatividad de las normas sociales, porque lo que parecía inconveniente o pecaminoso en nuestro ambiente se admitía como normal en zonas de América, África u Oceanía, tanto da. Pero había también un desprecio tácito a los pueblos que aparecían en los documentales puesto que si los censuradores pretendían librarnos de las tentaciones femeninas, ¿acaso no eran mujeres las avas, kayakes, yanomamis y chocoes que veíamos en la pequeña pantalla?".

Lo que antecede es parte de mi capítulo en el libro colectivo Perspectivas de las nuevas tecnologías en la educación, publicado en 1996 por Editorial Narcea. En la revista Gazeta de Antropología del año 2000, la profesora de la Universidad Complutense de Madrid Cristina Vega Solís escribía: "El cine etnográfico es, ante todo, un cine del cuerpo que se fija en la anatomía y los gestos de los indígenas así como en el territorio que habitan. El erotismo de las imágenes se funda en la enfatización de los contactos orales así como en la desnudez. Pero, más que desnudez, es el espectáculo de cubrir y descubrir el cuerpo, el deseo del espectador occidental de comprobar cómo son desnudas, lo que tematiza el cuerpo de la mujer. Una actividad que si estuviera protagonizada por mujeres blancas sería inmediatamente tachada de pornográfica".

Nuestra civilización no ha resuelto las incógnitas ni las tensiones que supusieron los cambios progresivos desde el desnudo indeseado por falta de abrigo al desnudo de la exhibición erótica, pasando por el desnudo vergonzante que deja al descubierto las debilidades anatómicas. Resulta harto improbable que pongamos en orden la relación de la sociedad humana con el medio ambiente global, cuando somos incapaces de llevar con naturalidad nuestro primer envoltorio orgánico, el que tenemos más cerca, mejor conocemos y, supuestamente, más nos interesa conservar.

Fotografía. Joven yanomami (Revista Dedal de Oro)

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