OPINIóN
Actualizado 15/01/2018
Lorenzo M. Bujosa Vadell

Paloma que suavemente asienta el vuelo y deposita sus esperanzas en la dureza pétrea de estos canchales inhóspitos. Para mejores tiempos deja su planear imposible. Ni ver se puede la llanura extensa, casi virginal.

Es tiempo de letargo. Cielo y suelo se confunden en esta lenta vorágine, complaciente con la tierra, ahora oculta y vuelta a lo divino, pero a la manera rústica, no tosca, sino llana y generosa, abierta de par en par a los hielos invernales y a los crueles designios.

Sabemos que los dioses visten de blanco, aunque no sean todos inmaculados, y mueven nuestras libertades al ritmo insensato de los bailes, sin pámpanos ni rosas, sino como copos oscilantes, inseguros, que terminarán desechos en el barro.

Te atreverás a adentrarte en estas externidades. No hay avisos ni leyendas que detengan esta llamada. Voz silenciosa que se ha hecho íntima, esencial. ¿Por qué será que todo parece más cercano? ¿Por qué se tocan las brumosas lejanías?

Necesitas esta comunión de certeza y aquí te buscas a ti mismo, punto ínfimo en la abundancia vacua y provisoria. No ha bastado mirar tras los cristales empañados; todos los sentidos reclaman su derecho. Por eso has salido: tienes ahora los pies hundidos, ateridos como los pinos, como las rocas arraigados.

Es probable que no te encuentres. ¿Quién te encontraría en estas interminables superficies? Es más, quién saldrá a buscarte, si no haces falta, si eres una mera casualidad del indescifrable destino.

Pero aprovecha, mientras tanto, en lo que dure el espejismo. Pocas veces te sentirás tan convocado. No verás a nadie en los contornos, pero te sentirás acompañado, extraño entre familiares multitudes. Aunque sientas los músculos helados, no siente el frío el corazón ferviente.

Te llamarán loco y tendrán razón. Porque locura es tu sangre, sangre atónita ante el espectáculo mundo, pero no gélida aún, sino palpitante, ya que sabe que pronto, por cualquier rendija de esta angustiosa calma, surgirá una rama tierna y resistente, que persistirá en sus razones. Cuando venga la solana.

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