OPINIóN
Actualizado 12/01/2018
CÁRITAS

Por diversas razones (todas ellas vinculadas al amor) llevo a Cáritas, que es amor, en el corazón. Desde hace un montón de años colaboro con una pequeña cuota mensual, una pizca de levadura que amasan, hacen crecer y convierten en pan con forma de empleo, hogar, promoción, dignidad.

A la corresponsabilidad personal se une, ahora también, la profesional: hace tres años abrí en Salamanca una papelería y (será porque lo llevo en el corazón) opté por una manera de vender: una vez al mes, una empresa de inserción repule la tiendita; en el mostrador, hay una hucha solidaria; cada Navidad hacemos un taller de postales que donamos a una asociación de familias de niños con cáncer; también en Navidad instalamos, junto a estuches y rotuladores, un pequeño mercadillo solidario.

Durante el pasado Black Friday (ya casi ni nos acordamos de aquel disparate porque estamos muy concentrados en aprovechar las rebajas) decidí, no sólo no sumarse a ese horror comercial, sino entregar parte de las ganancias de aquel día a la ONG de mi corazón. Mis clientes acogieron el gesto con aprecio y ese día hubo muchas ventas en la tiendita y en la web.

Como aquella pizca de levadura, ésta es una pequeña empresa que quiere crecer, arraigarse, generar riqueza. Y para pagar alquileres, facturas, tributos, alguna multa de aparcamiento, nóminas, hay que vender muchos cuadernos todos los meses. Pero no a cualquier precio. Aquel pequeño experimento me sirvió para darme cuenta de que hay otras maneras de vender, de que necesitamos negocios pequeños, cuidados, que recuperen el trato cercano. Y que necesitamos negocios solidarios, responsables, que compartan su prosperidad con quienes menos tienen, que hagan negocio, claro que sí, pero no sólo desde la tabla de excel, sino también desde el corazón.

María Rubio Lacoba. Propietaria de Atentamente. Papelería-Atelier

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