OPINIóN
Actualizado 08/01/2018
Rubén Martín Vaquero

Sostiene Ernesto que el mensaje de nuestra sociedad a la juventud es claro; el proceso de aprendizaje se hace sin esfuerzo con la sola motivación del alumno. Por eso tendríamos que ver anuncios y consignas del tipo: "Aprende inglés sin esfuerzo"; "Lo quiero, lo tengo"; "¡Me lo pido!", etc.

Esta idea la refuerza con los modelos que aparecen en televisión: gente rica, delgada y triunfadora, que ha ascendido en la escala social y se ha enriquecido no por ser trabajadora, sino por un pelotazo, o por salir desnuda en una revista, o por casarse con algún multimillonario, o por bailar, o cantar, o jugar a ser actores, o por vivir en una casa dedicándose todo el día a comer, beber, fumar, dormir, discutir, conspirar y mantener relaciones sexuales, para que al salir vayan de televisión en televisión o de revista en revista vendiendo su vida, que cuanto más cutre y friqui sea, más les pagarán.

Y los chicos se lo creen, y piensan que en esta sociedad de consumo la fama y los millones están al alcance de su mano, y quieren ir a esas academias a aprender a bailar, a desfilar, a cantar, a vivir la vida como ellos, y no a estudiar Historia de España, Matemáticas y Lengua en la soledad de su habitación, y con la imposición de los exámenes.

Mantiene que está pseudo realidad que se les muestra a nuestros hijos, falseada descaradamente con fines comerciales y/o búsqueda de audiencia, les hace ser infelices, abandonar cualquier tipo de reivindicación social, religiosa, política, etc., y querer ser modelos, cantantes, actores, eso sí, con el esfuerzo de unas semanas, por supuesto. Y cuando no lo consiguen lloran (¡está tan de moda el asunto de la lágrima!), y se desesperan de lo duro que es.

Sin olvidar que el nivel de tolerancia a la frustración es mínimo. Las nuevas generaciones no la admiten y así se dan agresiones al personal sanitario en los hospitales y centros de salud por una demora en el servicio (siempre justificada porque cuando le toca el turno a cada uno de los pacientes se le acaban las prisas), o por una información que no es del agrado de los familiares del enfermo, o las agresiones a los examinadores de los carnés de conducir, que han tenido que dilatar la entrega de los resultados de las pruebas porque sufrían agresiones de todo tipo. De ahí la avalancha de guardias de seguridad (una profesión cada vez con más futuro). ¡Si hasta en las subdelegaciones de Educación hay uno!

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