OPINIóN
Actualizado 02/01/2018
Luis Gutiérrez Barrio

Estos días pasados, cuando la Navidad se acercaba y cumpliendo con su ritual de años, las turroneras de la Alberca, precursoras de la Navidad salmantina, instalaban sus puestos en los soportales de San Antonio para ofrecernos sus productos artesanales, típicos de esa bella localidad serrana: turrón duro y blando, almendras garrapiñadas, miel, nueces? el Ayuntamiento de Salamanca inauguró una escultura en homenaje a estas esforzadas mujeres serranas que año tras año, vienen a la capital para ofrecernos sus navideños productos.

La escultura, de Gonzalo Coello Campos, representa a una de estas turroneras sentada, con delantal y toquilla, delante de una mesa en la que podemos contemplar aquellos mazacotes de turrón duro, el hacha imprescindible para partirlo, la romana para pesar la cantidad que el cliente demanda?.

Me parece muy merecido el homenaje y me parece muy bien que nuestra ciudad se vaya poblando de esculturas que recuerden a los ciudadanos ilustres que nuestra querida Salamanca ha dado al mundo de la cultura, del deporte, de la ciencia?, o como en este caso que recuerden tradiciones tan nuestras.

Con lo que no estoy tan de acuerdo es con la factura de la obra, y no estoy hablando ni técnicamente, ni artísticamente, que no soy quien para hacerlo. Hablo desde el humilde punto de vista del ciudadano que pasea por nuestras calles y se encuentra con esa escultura. Un ciudadano que quiere ver en ella a "las turroneras" y no la ve. Un ciudadano que habla con las turroneras y comprueba que ellas tampoco se ven, "nunca ha habido una turronera tan fea como la que han puesto en esa estatua" me dice una de ellas. "No parece española y menos aún serrana" apunta otra "No entiendo como la han puesto tan remangada. Seguro que quien la ha hecho no ha sufrido los inviernos salmantinos" dice una tercera. "Eso sí, la mesa con el hacha, el turrón, la romana... no está mal".

Ya digo que vendrán eruditos, intelectuales? que den explicación a todo eso que los simples mortales no alcanzamos a ver. Nos tildarán de incultos, o de analfabetos, pero no me importa. En mi descargo, si sirve para algo, diré, que a lo largo de los muchos años que llevo comprándoles turrón, nunca he visto una turronera tan fea.

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