OPINIóN
Actualizado 31/12/2017
Toño Blázquez

Porque fue un espectáculo de cabal entrenimiento en sí mismo. Que alguien me diga que la música clásica es aburrida y le enseño el video del concierto de Navidad que protagonizó ayer sábado, en el Teatro Municipal, la Banda de Música de Alba de Tormes. Y duró una hora, ¡pero qué hora!, un breve tiempo pleno de emociones y buena música, además de un ramalazo teatrero que sirvió para que la digestión musical fuera tan fluida como divertida y, por momentos, jocosa.

Pero, ¡cuidado!, no nos olvidemos de la música, de la interpretación, de la sonoridad, del color y el aroma que se alejan de la pura corrección técnica para instalarse en un emocional dominio de la partitura y en un envidiable nivel musical del conjunto.

Concierto familiar dadas las fechas navideñas, con un diseño de repertorio perfectamente elegido. El simpático y curioso The Typerwrite, con la habilidad de la percusionista Íria en la máquina de escribir, abrió el concierto, seguido de "Cancons de mare", una rotunda obra de Rafael Talens en dos movimientos con aires valencianos; primero sosegado, con olor a nana, el segundo sorprendentemente avasallador y monumental, con instantes vertiginosos y muy poderosos de toda la banda. Mara Cañizal estuvo magistral con el flautín. La conocida Danza Húngara n 5; Immer Kleiner, una partitura para clarinete solista muy picarona y divertida durante la cual los compañeros del solista le van quitando las piezas del instrumento hasta quedar en un pitido. Jaime Jiménez, virtuoso de este instrumento, además de notable compositor y arreglista, dio muestras sobradas de su talento musical. Las típicas de estas fiestas: Cabalgata Real y Marcha Radeszsky.

Todo ello aderezado con momentos de amable distensión y humor, con los músicos disfrazados con gorros de Pape Noel y motivos de fiesta navideña y Mario Vercher, el director, haciendo de paje con saco al hombro regalando al público, sobre todo infantil, chucherías y caramelos. Ahí pudo acabar la cosa, el público completamente entregado a los requiebros escénicos con mucha sincera y natural improvisación de los músicos. El espectáculo perfecto: buena música, entretenimiento, humor?

Pero quedaba la sorpresa final: Amparo Mateos (soprano) y Alejandro Gago (barítono) se levantaron repentinamente de sus asientos vestidos de calle cuando la Banda iniciaba los populares primeros compases del famoso brindis de La Traviata. Sus poderosas y brillantes voces sorprendieron al auditorio y dejaron a todos con la boca abierta, poniéndose en pie y aplaudiendo de forma entusiasta un colofón tan luminoso como espectacular. El público no dejaba que los músicos abandonaran el escenario.

Y cuando remataron la faena con el archiconocido pasodoble El Gato Montés, del maestro Manuel Penella, coreado por todo el auditorio, aquello ya fue flipante. Un precioso concierto de una Banda en su mejor momento.

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