OPINIóN
Actualizado 29/12/2017
Eutimio Cuesta

Yo me reconozco como un simple aficionado a los toros: sólo un simple. Me emociono cuando contemplo una faena de esas de verdad, y como estas son tan escasas, me quedo ahí esperando la suerte por si me toca; en cambio, de los entresijos del toro, no sé nada, sólo me recreo con su estampa, que es toda una obra de la naturaleza. Saber de su morfología, de su comportamiento y de su procedencia son cosas de ganaderos y de aficionados de verdad, y también de estudiosos.

El otro día, mi amigo José Luis Bueno me pasó un vídeo, que recoge un reportaje sobre los ojos del toro y sus funciones, que emitió "Tendido Cero" en tres tandas. Y la tercera tuvo, como interviniente, a un paisano nuestro, Juan Manuel Bueno García, profesor de Óptica Fisiológica y Biofotónica en el Departamento de Física de la Universidad de Murcia.

Un macoterano más por el mundo, investigador, que ha estudiado, muy minuciosamente, la fisiología del ojo del toro y su campo y agudeza visual. Y sus teorías hemos tenido oportunidad de escucharlas a través de un vídeo, que, como digo más arriba, me hizo llegar José Luis.

Según las conclusiones de su estudio, Juan Manuel manifiesta que el campo de visión del toro se encuentra limitada por dos zonas ciegas: una hacia adelante y otra, hacia atrás; la de adelante la denomina de exclusión visual, porque la visión del toro es nula; y este es, precisamente, el sitio donde se coloca el torero para ejecutar sus suertes, donde se encuentra seguro y a salvo, aunque, aparentemente, dé, al espectador, la sensación de peligro. Si no fuera por esta limitación visual, el toreo sería imposible, - manifiesta Juan Manuel.

Y este es el abecé que debe de aprender cualquier aspirante a torero, si no quiere visitar la enfermería.

Otro aspecto, que ha analizado Juan Manuel, tiene que ver con la agudeza visual del astado, que él relaciona con la percepción de los objetos. El toro no se detiene en su tamaño, si son grandes o pequeños, sino, simplemente, en el movimiento de los objetos. De ahí, que el entendido, cuando nos encontramos ante un toro, nos recomienda que no nos movamos, que nos estemos quietos.

A raíz de esto, en un vídeo, pude observar como en una plaza de toros, se colocaron varios jóvenes en varias filas, firmes y tiesos como velas, sueltan la vaquilla, y corre driblando a unos y a otros, sin embestir a alguno.

Y preguntaron a Juan Manuel si el toro persigue el color rojo. Lo que sí negó es que al toro le guste el blanco y negro. Y sacó a colación que su estructura ocular posee unas células, unas más grandes que otras, que se denominan bastones y conos. Los bastones detectan el movimiento de los objetos, y los conos los detalles y, entre ellos, los colores, y, sí es cierto, que el rojo es más impresionable para el toro.

Y tengo que comentar, como final, que me ha interesado mucho el trabajo de investigación de Majín, porque el resultado de su estudio de laboratorio no es fruto del "ojo de buen cubero", sino del resultado del análisis y estudio de más de 74 pruebas, extraídas de toros lidiados en las plazas de Alicante, Almería y Albacete.

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