OPINIóN
Actualizado 29/12/2017
Luis Marcos del Pozo

¡Hay capullos que nunca dejarán de ser CAPULLOS!

Una vez más, y va a ser la última de este año 2017 que nos deja o se va, me veo obligado a abrir este alegato con preocupación y desconcierto. Como tan a menudo me está pasando últimamente, y este últimamente ya dura casi unas bodas de plata, la opinión mayoritaria en muchos de los ámbitos en los que me muevo, me lleva a pensar que soy imbécil, loco, equivocado, cretino, podría ser incluso insensible, y espero que así sea, porque de lo contrario sería el mundo el que estaría lleno a rebosar por gente errada, cretina, mentirosa e incluso deshonesta con ellos mismos y por supuesto con cada uno de los que los rodeamos.

Preferiría que el daño de la equivocación se limitara a mi persona o algún imbécil más como yo, al menos así el mundo de la dermis y el de la biosfera estaría sumido en la profunda verdad.

Vivimos en una época dominada por la enfermedad de la mimética, somos camaleones andantes, en la que un ingente número de personas o personajes esperan a ver que hacen, opina, o demuestran los demás para dar rienda suelta a todos sus ahorros de estupidez, mentira y menoscabo y con ello, como si de una página web se tratara, posicionarse en el icloud de la vida, de esa vida irreal en la que están sumidos,o estoy, de esa vida formada por las vidas de los que los rodean sin conexión alguna; claro está que creo que el memo soy yo.

Una y otra vez oí a mi padre el firme propósito de no mentir jamás, excepto si el pan de sus hijos estaba en entredicho ¡madre de dios como esta últimamente el chusco y la chapata del personal!

Le parecía y me parece algo tan indigno que estaba tan prohibido ¡tanto! que incluso las necesidades infantiles de la mentira se veían evaporadas ante esa fuerza de la sinceridad. Presumía de haber cumplido su palabra siempre, yo también presumo de ello aunque bien es verdad que sumidos en este mundo centrifugado es improbable poderlo cumplir, pero de lo que si estoy absolutamente seguro tanto de él como de mí es de la imperturbabilidad de ese objetivo infantil y de la seguridad que si mintió o mentí fue violentándome a sabiendas que es algo impropio de los que izamos esta bandera escrita en nuestra despejada frente.

¿Qué sucede en la conjetura contraria?, en la de alguien que se traza como modelo de conducta engañar, incumplir, criticar, falsear, enredar, embaucar, aparentar ?No parece fácil hacerse semejante propósito, y sin embargo da la impresión de que hay personajes tan acostumbrados a la falacia que les resulta imposible incidir en la verdad, ni siquiera como rareza.

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