OPINIóN
Actualizado 28/12/2017
Luis Miguel Sánchez Gil

«Fácilmente se contraen hábitos de lujo y

difícil se hace después prescindir de ellos,

cuando se han convertido en necesidad»

Fiódor Dostoyevski

Con cierta asiduidad se afirma que las cosas nunca cambian o que la vida siempre es igual. Sin embargo, esta Navidad no es la del siglo pasado. Durante estos días muchos niños y niñas recibirán multitud de juguetes, dispositivos tecnológicos? pero, ¿qué pensaría una niña si al desenvolver su regalo en el Día de Reyes hallara una naranja? Una clementina, eso es lo que recibían con gran ilusión en su infancia algunos hace apenas cincuenta años. Un presente que les hacía sentirse felices, protagonistas de un mágico día que aguardaban con impaciencia.

La Navidad ha cambiado y lo ha hecho a la par que los hábitos, las costumbres y los valores de nuestra sociedad. Aunque parezca redundante afirmar que nos encontramos sumergidos en un consumismo frenético, resulta evidente que este también ha calado muy profundo en nuestra Navidad. Los más jóvenes experimentan estos días episodios efímeros de alegría con cada regalo, especialmente cuando encuentran aquello que ?en algún momento? han deseado. En cambio, ese éxtasis es fugaz. La felicidad que estos objetos producen pronto se desvanece, convirtiéndose en uno más al fondo del armario.

Con todo, más juguetes, más tecnología? y con las bandejas repletas de chocolates, polvorones y otros productos navideños, ¿son nuestros jóvenes más felices que aquellos de la naranja? ¿qué Navidad les estamos legando?

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