OPINIóN
Actualizado 24/12/2017
Félix López

El misterio del Universo y la ética humana llenaban de admiración a una de las mentes más lúcidas de la especie humana, el filósofo Kant. Y es seguro que eso mismo nos pasa a muchos de nosotros.

El universo nos sobrepasa, no lo podemos entender, y nos sobrecoge, tanto por sus dimensiones y su falta de límites, como por su belleza. "No sé qué tiene la luna", dice uno de nuestros poetas, mientras las madres fascinadas con sus crías, como los amantes, cantan y rezan letanías: "eres un sol, eres un cielo, eres el lucero del alba o la estrella de la mañana".

Las personas éticas, quienes han conformado su voluntad como buena, empatizan con el gozo y el dolor del "otro", consuelan al que sufre, ayudan al necesitado y comparten su corazón con los demás; también ellas son otro milagro de la vida.

Universo y Ética nos hacen sentir el milagro positivo del mundo y de la vida. Estos dos milagros deben unirnos a todos, creyentes y no creyentes. Un milagro que hemos de conseguir transmitir a cada cría que nace, para que no se sienta sola ni se incline hacia el odio, el racismo, el tribalismo nacionalista y tantos males como nos acosan. Que miren al cielo, donde apuntan nuestras catedrales, aunque no entiendan, y que en el interior encuentren el calor del corazón humano.

También el niño que nació una noche como la de hoy, Dios u Hombre, decía estas cosas y muchas más. Tuvo madre y padre para cuidarle y estuvo presente, en aquel corral, lo mejor de la Naturaleza, en forma de aliento cálido, un buey y una mula que le miraban con sus grandes ojos. Esto es lo que necesita cada bebé, en lugar de tantas cosas que creemos necesitar. Ya saben:

"No ha nacido entre las rosas,
ni tampoco entre el romero.
Ha nacido en un pesebre,
entre la paja y el heno"

Félix, Nochebuena de 2017.

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