Hasta la fecha han fracasado, o no han tenido el éxito deseado, todos las actuaciones, nacionales y extranjeras, que han pretendido, y pretenden, inaugurar o despertar por estas tierras el llamado "espíritu navideño" con sus correspondientes alborozos indiscriminados, amores al por mayor, consumo sin criterio, celebraciones, comilonas, reuniones familiares y días de vino y rosas. Sirvan de ejemplo San Nicolás o Papá Noel (¿alguien les ha informado de la obesidad mórbida?); las guirnaldas y luces colgadas en árboles, calles y plazas; los abetos metálicos luminosos; los escaparates de los comercios decorados con motivos navideños; los villancicos de los centros comerciales; la nochevieja universitaria; el Black Friday (que debería llamarse Black Week por su duración); los pavos indultados en la Casa Blanca por el presidente de aquel país; la iluminación de un árbol postizo en el Rockefeller Center (que según ellos enciende la Navidad), y otros. Ayudar, ayudan, pero para nosotros los pistoletazos de salida de las fiestas de Navidad, fin de año y Reyes, lo marcan tres factores claves que tenemos en la memoria colectiva; la paga extra, las turroneras de la Sierra en los soportales de San Antonio y las voces de los niños del Colegio de San Ildefonso cantando números y premios en el sorteo de la lotería del 22 de diciembre. Son tres de las tradiciones que aún conservamos y que no estamos dispuestos a rendir ante la "culturización anglófona" y los nuevos inventos económicos para un mayor consumo y una menor retribución de los asalariados. Las sumamos a las de índole laica (Águedas, Lunes de Aguas, Gigantes y Cabezudos, paga extra de junio, Mariquelo, Mariseca, festejos taurinos?), y a las religiosas (San Antón, San Blas, Semana Santa, San Juan, Santiago, La Virgen y San Roque, La Patrona de la Vega, Los Santos (aunque lucha a brazo partido con Halloween), la Inmaculada, romerías, ofrendas?