Reproducimos el texto incluido en el catálogo de la exposición 'Homenaje a Salamanca', escrito por el destacado poeta A. P. Alencart
Contemplo y me deleito con magnas creaciones de quien nació en una provincia vecina pero que sabe responder si Salamanca le llama. Veo pinceladas impregnadas de óleo, acrílico, témpera, lápiz de color, grafito? Veo homenajes, sentimientos que giran dentro del silencio, figuras y paisajes aceptando vivir alojados en unos cuadros inmunes a las modas y a cualquier arrebato pasajero.
Ahí están esas pinturas que saludan y saludan, traspasando la espinosa noche de los tiempos, los olvidos interesados y toda trinchera puesta para entorpecer la celebración de aquello que es fragor de la belleza. Veo obras que permanecerán por muchos siglos, pues están fijas en el pasado que siempre es huésped del futuro (ese es el enigmático regalo de lo perdurable). Veo a un pintor-pintor en Estado de Gracia desde sus comienzos, a un artista que pinta verdades de a puño, cercanías que interpreta a su manera, para que de allí florezcan las imágenes de la forma nueva.
Veo al zamorano Antonio Pedrero sintiendo como un salmantino más, entrañando -hasta el desborde- los reflejos de la piedra de Villamayor, es cierto, pero también la pareja del alma y el espíritu de las gentes comunes o de aquellos que, desde esta Luciérnaga de Piedra, dejaron su impronta en la literatura y las demás artes, incluido todo lo que acompaña a la tauromaquia. También los anclajes de la religiosidad popular y las tradiciones de una cultura que, sin envanecerse, puede enseñar algo más que apariencias.
Salamanca está en Pedrero no solo por los años que ofició de profesor en Bellas Artes: está por los afectos, las amistades, la comunión con pintoras como Isabel Villar, Pilar Blas, Matilde Marcos o Tere Gaite; está en los instantes que supo habitar en ella; está en la decantada pureza de los homenajes que él ha ido ofrendado durante muchos lustros. Salamanca es ?tal como le sucede a su entrañable amigo, el poetón llamado Jesús Hilario Tundidor? su segunda ciudad-patria.
Él, que usualmente no hace concesiones, ante ella viene hoy como vino ayer: conmovido, esperando algún rocío insólito, el vuelo de cierta cigüeña por el cimborrio de la Catedral nueva, el paso de las sombras de Unamuno o fray Luis de León?
Antonio Pedrero viene de Homenajes. Viene a rendir tributo a nuestra ciudad, siempre admirada por él; viene a homenajear a las amistades que vivifican su memoria de afectos. Si otras veces trajo algunos de sus lienzos para exposiciones colectivas, esta vez su presencia y su pintura se presentan solas, en una muestra individual propicia para
que los salmantinos puedan apreciar los retratos de otros, su autorretrato de 1984, o sus imágenes de la celebrada Semana Santa zamorana. Y por aquí estarán su homenaje a Giorgio de Chirico, unas gitanillas peinándose a la orilla del Duero, unos mozos sujetando a un toro o el soberbio cuadro titulado 'Gato en la noche'.
Pero en su exposición salmantina no podía faltar el rotundo tríptico "En la Plaza Mayor de Salamanca", donde escancia parte de la historia de esta ciudad y la nidifica en una obra de memorable composición.
Pintar y repintar para velar el sueño de mañana. Pintar con pasión controlada pero que desentumezca los pinceles. Pintar lo que se quiere, pero a gran temperatura. Pintar viniendo de atrás, sabiéndose un eslabón más de quienes desentierran la Pintura. Pintar lo que ya pocos logran ver, pero que cerca está. Pintar con los días urgidos de serenidad. Pintar buscando el contento de todos?
Pintar, Antonio amigo, como escalando el arcoíris o abriendo las entrañas del tiempo.
Hoy -como ayer- tengo confianza en la pintura de Pedrero: por ello sumo mis sílabas de alabanza, mi satisfacción porque se inaugura esta muestra en la ciudad que me retiene.
Alfredo Pérez Alencart
Poeta y profesor de la Universidad de Salamanca