213
El bar de Emilio hace unos días que alardea de antigua decoración a base de espumillones y lucecitas intermitentes. Son las de siempre, las antiguas, las de toda la vida. Y es que Emilio no ha querido invertir en decoraciones nuevas, ni siquiera aprovechando los precios súper baratos que le ofrecen los chinos.
Podríamos decir que el bar de Emilio está viejo, como la Navidad. Como esa Navidad que habla de pobreza mientras en unos días se derrochará tanto como para acabar con el hambre del medio mundo hambriento.
Emilio me dice que soy un demagogo por plantearlo así. Yo le respondo que ya estoy acostumbrado, que cuando dejo las cartas boca arriba, sobre la mesa, y gano con mi jugada, siempre me dicen que soy un demagogo. Esa frase es el mejor jabón que existe para limpiar conciencias.
Si Jesús hubiera nacido para cambiar el mundo, si hubiese nacido pobre, la religión sería la mayor traición a su ideología y a su mensaje. Y la Navidad, uno de los grandes aliados que tiene la multinacional del engaño, con la hipocresía y el derroche como armamento.
No desearé feliz Navidad a nadie. Felices días, puede. Éstos y los del mes que viene. Pero no feliz Navidad.