De reojo guiño con una mirada retrospectiva a mi pueblo por el retrovisor de mi mente. Los que tenemos pueblo, en cuya tierra hemos hincado nuestras raíces, Mieza, olemos a pueblo. Y este olor a pueblo sólo lo huelen los del rebaño, los de pueblo
El tío Faroles, el mejor bailador de la bandera en Mieza. Años 1975. Tamborilero el Zambo. |
Las fiestas se han disipado ya. Tanto ruido, tanta foto, tanto toro, tanto baile, todo se ha esfumado. La plaza queda vacía y sin música, sin aquella música atronadora que irritaba y hacía vibrar las campanas de la torre. El pueblo se queda triste. Se marchan los jóvenes-fiesteros. Quedan los abuelos sentados al sol en el poyo de su puerta, oyen cómo rugen los coches al subir, donde se van sus hijos, sus nietos, los de las peñas, las de los piercings, diabólicas de buen ver, las que enseñaban los ombligos, los dibujos en las fachadas jugosas de sus lumbares, espaldares, abdominales, muslares y pechugares. ¿Tendrían Adán y Eva redondos los ombligos? Tal vez los tuviesen cuadrados y con el rodaje y el tiempo se fueron gastando y redondeando.
La abuela y el abuelo se quedan solos, si tiene aún esta suerte la pareja, y con su mejor amigo, el bastón. Mueven sus cabezas, pesarosos de tantas cosas prohibidas y deseadas en su tiempo que no les fueron posibles y que ahora resucitan. Es ya tarde.
La abuela murmura:
-¡Ay mundo, mundo... Mundo, mundo pecador?!
-Y ¡qué truhán es! -responde el abuelo
Han llegado los atardeceres del septiembre nostálgico: las calles del pueblo se quedan vacías, las sombras se alargan, el tordo lanza silbidos tristes desde el álamo y el viento juega con las hojas secas revoloteándolas por rincones y caminos solitarios.
Volví al pueblo el uno de noviembre, día de cementerios, día de revivir recuerdos. El pueblo volvió a alegrarse en un día de sol espléndido, el cementerio estaba lleno de sol y de vivos presentes?, también de sombras y de muertos ausentes. Pero a media tarde volvieron a zumbar los coches carretera arriba y nos fuimos todos. Había sido una obnubilación. Allí quedaron los abuelos, solos, los que hacen pueblo.
¡Qué solos se quedan los pueblos! Y ¡qué tristes quedan los viejos en mi pueblo! ¿A dónde han ido aquellas músicas y fotos, aquellos bailes y toros?
Roscas de piñonate a la Virgen del Árbol, 2017 |
Abuelas enjutas, agalbanadas, secas de piel, secas de vientre, secas de pechos, de lagrimales, secas, resecas de todo. Aquellos rostros de porcelana en la juventud que se han despostillado y agrietado como los viejos platos. Pero de mirada dulce.Pies de labrador, entumecidos. Manos de labrador, encallecidas, huesudas, amoratadas en cuya palma una gitana leería mil historias. Manos acartonadas por la artrosis, manos de un Cristo sufriente. Caras sombrías, rostros agrietados como el pergamino de un viejo mapa de Mieza. Se apaga el brillo en sus ojos, ojos que han vivido mil percances, y ya cansados, adormecidos, indiferentes, perdidos, ojos de alzhéimer, ya no recuerdan. Ojos que se apagarán como el suspiro en un crepúsculo. Y el alma? ¿Quién osa describir sus almas??.
Estos abuelos son los mejores historiadores, los que mejor pueden explicar la historia. Tienen tranquilidad y silencio, "el músculo duerme, la ambición descansa". Todo son meditaciones. ¿Por qué los abuelos son universales? La abuela castellana es igual que la abuela china, la australiana, la argentina. La abuelatura es una licenciatura con valor universal. De rapaces formaron bandadas, de mozos fueron quintos, de maduros se emparejaron, y hoy de viejos? ¡ay, de viejos muchos andan solos!.
En el libro "Educación Para la ciudadanía" de una comunidad se dice, que "los jóvenes sean injustos con los hombres maduros" porque "si no, los imitarían y la sociedad no progresaría". Es decir: rompe con tus mayores para que la tradición se rompa y la sociedad se reinicie y progrese. Soltar amarras con los mayores, enfrentar hijos contra padres, generar rencor entre ellos. Así el papá Estado podrá adoctrinar a los hijos. ¡Qué nadie politice la soledad de los pueblos vacíos!
Se necesita una simbiosis entre los viejos y los jóvenes, entre los viejos del lugar mantenedores del pueblo, los que hacen pueblo, el pueblo de Mieza, y entre los jóvenes que no hacen pueblo pero sí hacen fiestas, las fiestas del divertimento del verano con sus peñas. Sin los jóvenes no habría fiestas. ¿Las habría sin los viejos, mantenedores del pueblo donde malvivieron soportando penas?
Miradle a los ojos de estos rudos labriegos, conservan una rara sensibilidad. Y es que:
¿Tendrá remedio esta soledad, este abandono, esta tristeza de mi pueblo, Mieza? ¡Qué nadie politice la soledad de los pueblos vacíos!
Recortes de Tano, nieto de un hijo de Mieza, 2017. |
|