OPINIóN
Actualizado 01/12/2017
Marta Ferreira

Una manada es un grupo animal depredador, dañino, cruel e insaciable. Pero hablamos de animales, de seres vivos movidos por el instinto, en parte de supervivencia. Una manada de lobos nos sobrecoge y los animales víctimas de estos depredadores los temen, saben también instintivamente cuando aparecen que todo está perdido. Les ocurre a los corderos y los terneros asaltados en explotaciones, o a otros animales sorprendidos en plena naturaleza. Sus ojos aterrorizados delatan que saben que ha llegado su final.

Pero cuando un grupo de personas es calificado de manada, aún puede ser peor, lo es. Las mujeres somos víctimas propiciatorias de esta subespecie humana. Individuos así carecen de moral, es verdad, pero aún es peor que ignoren lo que es la compasión. Compadecerte de alguien es la mínima condición humana, quien renuncia a ella confiesa que su mundo está al margen de los seres humanos. Pero no les importa, es más, optan por la violencia sin límites y encuentran satisfacción en hacer daño a quien consideran inferior. Estas gentes sin alma ven a las mujeres como seres inferiores, objeto de su posesión animalesca y hasta llegan, en su vesania infinita, a creer que en el fondo lo desean. La maldad no tiene límites.

Hasta aquí hemos llegado, pero hay que ponerle cerco y no hacerlo nos convierte en cómplices de esta plaga. No voy a utilizar el término de terrorismo, pero dan ganas, esta gentuza en el fondo busca sembrar el terror entre las mujeres. Ante él hay que pasar a medidas excepcionales, no podemos permitirnos que esta peste prospere: los malvados tienen que sentir el rechazo de toda la sociedad, experimentar el desprecio de todos porque están no ya fuera de la ley sino del género humano. El Estado no puede permitirse el lujo de no actuar hasta el límite de sus posibilidades para acabar con ellos.

Lo que está en juego es el respeto a la dignidad humana y a la igualdad de las mujeres. Todavía hay quienes no aceptan esto. Es verdad: hay que hacer pedagogía, educar desde la infancia, prevenir. Pero ante las manadas que circulan, solo cabe la represión severa, que sepan que quien la hace la paga, pues es lo único que entienden. No son chicos descarriados, son bestias sin alma que ni siquiera tienen derecho a ser considerados miembros del reino animal. Ya querrían ser animales. Su bajeza los coloca en un estadio inferior.

Marta Ferreira

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