Una de las piezas de la exposición realizada por Andrés Álvarez. Fotos: Carmen Borrego
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CULTURA
Actualizado 01/12/2017
Charo Alonso

Su obra se puede ver en la Galería Luis Méndez, en la calle Meléndez, con un despliegue de joyería artesana de todo el mundo

En la Galería Luis Méndez, ahí, en esa calle sorprendente que es la calle Meléndez, brilla la plata tradicional charra y el despliegue sorprendente de joyería artesana de todas las partes del mundo. Manos que trabajan. Y así, entre expositores que recorren la geografía del trabajo hecho con las manos, y las herramientas, exquisitamente colocadas de la familia Méndez, joyeros de Tamames desde 1928, las obras de Andrés Álvarez Ilzarbe están en su elemento.

Escultura en madera con esa lectura social, comprometida y compleja que el artista sabe leer en las vetas de su materia. Materia que, sobre escritura colorida, quiere ser un palimpsesto que vaya más allá del discurso de patria: La poesía, esa que escribe nuestro amigo Quintín García, es abierta, la obra que yo hago, también, son metáforas plásticas en volumen. La serie "Palimpsestos patrios", es para el escultor una forma de decir que, sobre un discurso, aparece otro en dos niveles de lectura que siempre dejan ver el texto original. La superposición de tiempo, ideas, color y madera siempre descubre el inicio en un proceso que, en ocasiones, acaba con sangre. La lectura de la historia y de la realidad para el artista es siempre certera y se refleja en una obra en madera que sorprende por la ductilidad de la materia. Busco siempre el diálogo con la madera, busco con cada una un discurso que, en ocasiones, tiene referencias a obras clásicas.

Un artista al que le cuesta expresarse con el color y que tiene en el volumen y en su magistral uso de la madera, un rasgo que identifica a todas sus obras junto con la lectura siempre comprometida. Estas piezas geométricas que son una serie y que de repente se rompen son como la vida, a veces es un problema que viene de fuera y desordena nuestra existencia, otras veces es la misma situación que se rompe? y en ocasiones queda algo que no se puede recomponer, con un hueco abierto para siempre.

En un mundo del arte donde los impuestos, la falta de galerías y la crisis económica lastra las compras, la obra de Ilzarbe sigue siendo un referente de originalidad y de compromiso. Por eso insiste en la necesidad de abrir más salas de exposiciones en Salamanca, de mostrar en los pueblos el arte, de llevar incluso a las prisiones esos cuadros, grabados y obras que los artistas no pueden exponer por falta de espacios. La gente le tiene miedo a las galerías, no entienden que sea gratuita la entrada, que pueden pasar, mirar, hasta que se está calentito? y que si encuentran al artista, este estará encantado de hablar con ellos. Hace falta ese diálogo con el público.

Un diálogo que, en su caso, convierte la obra en una lectura poética llena de significaciones. Las hojas, las magistrales hojas de otoño talladas por el artista, están sujetas como las personas están atadas a sus obligaciones, y solo en una ocasión, aparecen libres para volar sobre esta exquisita sala donde todo parece vibrar en torno a las manos del artista. En los países nórdicos el arte es cercano, la gente compraba arte y lo legaba, aquí no nos damos cuenta de que los grabados, por ejemplo, son asequibles, y que tampoco es que haya necesidad de comprar arte, sino de verlo, de sentirlo, de conocerlo. Tenemos miedo al arte y no se enseña bien.

Formas geométricas, colores que contrastan con una madera tratada con el cuidado de quien sabe esperar para elegir la materia con la que desarrollar su idea. Porque siempre hay una idea detrás de la forma, una forma que cambia como todo en la vida, porque hay una dialéctica hasta en la propia madera con la que Ilzarbe realiza texturas imposibles: la materia parece arrugada, quemada, plegada como papel? sin embargo, solo es madera. La madera es algo muy original, tiene que estar curada para que trabajemos con ella, sino, se mueve. Antes transportaban los troncos flotando por el río, y no solo era para llevarlos de un lado a otro, sino para lavar la savia. La madera es una materia muy especial, hay que saber conocerla, trabajarla cada una con un objetivo.

En este exquisito rincón de los Hermanos Méndez, donde brilla la plata y la originalidad de artesanos de todo el mundo junto a las piezas de toda la vida de la filigrana charra, la obra de Ilzarbe tiene esa cualidad de solidez y seguridad que transmiten los árboles. Porque él es así, un sólido ejemplar con los pies bien asentados en la tierra y las ramas siempre utópicas hacia una fraternidad generosa que debería ser natural. En este hombre nacen hojas de libros, como buen lector que es, que dan sombra a su discurso siempre sabio. En este hombre la raíz es un ejemplo de humanismo hondo y sentido. Y en las ramas, la madera se vuelve la materia de la metáfora. Y afuera las hojas vuelan, otoño de árboles desnudos.

Charo Alonso / Fotografía: Carmen Borrego.

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