OPINIóN
Actualizado 29/11/2017
José Amador Martín

El otoño se viste de colores. El día se viste de luz. Entre naranja, amarillo y azul lo cotidiano se esconde. Nada es lo que parece. Un balcón puede tener forma de corazón. Una ventana volverse un faro. El arcoíris esconderse tras una mole de concreto.

La oscuridad deja de ser triste, cuando la luz transforma lo que vemos, cuando se despoja de lo trivial y atrapa con su belleza la impronta de ese otro mundo que, como dijera Antoine de Saint-Exupéry, es invisible a los ojos.

Conocer la sombra por experiencia es un camino posible pero duro y difícil y el resultado es el testimonio de melancolía y callejón sin salida que a veces comunican los versos y las imágenes. Hecha la oscuridad el hombre busca alguna luz para alumbrar su entendimiento. Una y otra vez con las palabras, con los poemas el poeta nos brinda la lucha de la luz y de la sombra interior.

La realidad es vivenciada en su aspecto de luz y de sombra, según la enfoque la mente del hombre. Al fin y al cabo estamos en un planeta donde se vive constantemente la experiencia de luz y de sombra.

El poeta es capaz de embellecer con la palabra incluso los estados indeseables de la mente. El fotógrafo puede sentir la luz y reflejarla. Las plumas del estar cansado pueden seducir a los demás o calmar de momento la necesidad de comunicación, las imágenes nos devuelven la realidad de los paisajes de la mente y de las miradas.

Bajo el aspecto de luz hay vivencia presente y plena de la existencia. Bajo pensamientos de sombra viene la sensación de que las cosas, la vida misma, ha perdido su sabor en la oscuridad de la noche, en lo más profundo de esa oscuridad prende una luz que deja a la oscuridad con luz, con el poder del amor, aún en medio del nubarrón más negro, la luz que se alcanza por la fuerza de la intención pura.

El hombre que recibe esa luz es efectivamente un resucitado del mundo de las sombras que él mismo ha creado en su interior, con la fuerza de su mente. Y desde el sabor de la sombra, la luz que alcanza el hombre no puede ni quiere ser expresada con grandilocuencia sino con la intención pura del amor

Sentir la luz, aplicar colores sobre las estructuras que el tiempo parece olvidar pero no olvida, es en ocasiones una forma de hacer poemas. La poesía es luz.

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