OPINIóN
Actualizado 21/11/2017
Francisco Delgado

Una tarde de noviembre en Monterrubio de Armuña

La del jueves pasado fue una tarde climatológica como cualquier otra, seca, con ese sol eterno perenne que solo desaparece cuando sale al escenario la luna. Tiempos de sequía, de sequía de agua, de sequía de Cultura, de seguía de entendimientos, de honestidad.

Menos mal que hay excepciones, ¡esas excepciones que nos hacen seguir viviendo, con la mínima esperanza y fuerza para poder soportar tantas frustraciones, tanta soledad! Como la de la tarde del jueves pasado en Monterrubio de Armuña, a un tiro de piedra de Salamanca. Actuaba el grupo salmantino Concierto3, tres cantautores y poetas que tienen en su repertorio lo mejor de la poesía de habla hispana.

Ya antes del comienzo del concierto, el pequeño paseo por el pueblecito nos calentó, nos hizo respirar mejor aire, sin humos ni malos humores ciudadanos, sin la inquietud que cada vez se siente más entre la población de la capital charra. En ese pequeño rincón había simpatía, amabilidad, acogimiento, serenidad; también en la sala polivalente donde tuvo lugar el concierto.

Durante hora y media los tres músicos desgranaron su repertorio de grandes poetas, de eternos poemas, como si fuera una gavilla multicolor que ofrecían al público: Miguel Hernández, Neruda, Gastón Vaquero, Cervantes, Lorca, Blas de Otero, Benedetti, Goytisolo?El público seguíamos con pasión y silencio, solo roto por los aplausos, ese recital musical que tan oportunamente introdujo el alcalde de la localidad.

Cada frase, cada palabra, cada nota del recital de Concierto3 se nos metían dentro de la piel, hasta llegar al alma; las letras nos hablaban de nuestras vidas, de nuestros sentimientos, actuales y pasados, de nuestros miedos y esperanzas: "Arbolé, arbolé, seco y verde?" oímos a Lorca, " Vivir loco y morir cuerdo", escribía Cervantes sonriendo, en sus Epitafios, "Como el toro he nacido para el luto?" recitaba Miguel Hernández, "Me queda la palabra ( después de tantas pérdidas)" gritaba Blas de Otero.

Y en la pequeña sala de Monterrubio se producía la misma magia de comunicación y arte que se puede producir en la sala Olimpia de París, o en el Teatro de la Zarzuela de Madrid: niños, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, sentíamos que esos músicos-poetas llegaban a nuestras entrañas calentándolas y a nuestras mentes iluminándolas con sabiduría.

¡Esas excepciones! que pueden surgir cualquier tarde del otoño seco, humedeciendo nuestros ojos, en un pequeño rincón de la Armuña salmantina.

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