Al hablar de señeros no me refiero a los históricos ciudadanos facultados para levantar el pendón en las proclamaciones reales, ni a quienes enarbolaban la bandera de las comunidades que constituían la corona de Aragón, sino a cuatro líderes independentistas catalanes que ondean estrelladas banderas separatistas hijas de señeras autonomistas.
Hablo de quienes enarbolan contradictorias enseñas tricolores de la República Española para reivindicar la república independiente catalana. A quienes han construido el secesionismo sobre mentiras históricas, manipulaciones argumentales, sectarismo despreciable y anacronismo de taifas medievales y feudalismos trasnochados liderados por señoritos acomodados en clase media.
Me refiero a cuatro líderes señeros cuyos padres, abuelos y bisabuelos fueron marcados en Cataluña con el despreciable calificativo de "charnegos" por no ser de pura cepa, insulto utilizado despectivamente por los razzistas xenófobos catalanes para ultrajar a los trabajadores inmigrantes que llegaban a Cataluña procedentes de otros rincones de la piel de toro, como le sucedió al abuelo de Puigdemont casado con andaluza mujer, impidiéndole al actual prófugo llevar ocho apellidos catalanes anhelados, porque en su genealogía se colaron los andaluces Ruiz, Valdivia, Toledo y Valero.
Algo parecido le ocurre al encarcelado Oriol, pues el líder secesionista de la izquierda republicana catalana, señor Junqueras, tiene sangre extremeña en sus venas catalanas, contaminadas con glóbulos rojos por su bisabuelo, charnego de Esparragalejo y emigrado a Cataluña huyendo de la abandonada tierra de conquistadores.
El padre charnego de Anna Gabriel, lideresa de la Candidatura de Unidad Popular, emigró desde las onubenses minas de Riotinto hasta las de Sallent de Llobregat donde casó con una hija de charnegos murcianos, militantes de izquierda y unionistas, ignorantes de que el flequillo de su hija sería barrera infranqueable para el futuro político del honorable Artur Mas.
Finalmente, el gran rufián de la fracasada república catalana, señor Gabriel, es hijo y nieto de charnegos granadinos y jiennenses, que no merece comentario alguno mientras no se enjuague la boca, cambie la bravuconería en Twitter por el coraje de ganarse la vida fuera del protector sueldazo parlamentario y se vista con prendas de Zara por la derecha, mientras por la izquierda critica duramente a su fabricante, a su empresa y a quienes se equipan con las prendas que fabrica el señor Ortega.