OPINIóN
Actualizado 19/11/2017
@santiriesco

Condolencia. Eso es que te duela el dolor de otro.

No creo que haya nada tan profundamente humano como el sentir lo que otro siente, el que te duela el dolor del cercano, del próximo, del prójimo. Los estudiosos de nuestros mecanismos internos lo llaman empatía. Y lo definen como la participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona.

Esta semana ha muerto alguien a quien conocí por referencias, de refilón, por testimonios de amigos comunes. Un compañero de oficio con el que alguna vez coincidí en ruedas de prensa municipales o cubriendo minutos de silencio bajo el reloj de la Plaza. A pesar de que éramos de la misma edad él era un periodista consagrado y yo aún un becario maduro que había llegado tarde a la profesión. Una irrechazable oferta laboral me devolvió a Madrid. Volví a saber de él con la llegada de las redes sociales y los amigos de amigos de los que me hice amigo. Así me enteré de que tenía cáncer. Y de que lo había superado. Y de que se reprodujo inesperadamente. Y de que iba a luchar hasta el final por su mujer y sus dos niñas. Por su familia y sus amigos. Por los que le conocíamos de refilón, por todos los que seguíamos su evolución y sentíamos de verdad que nos dolía su dolor. El jueves se fue José Manuel Blanco. El jueves no hubo milagro. El jueves volví a rezar.

Mis condolencias para su mujer, para sus hijas, para los que sienten que en sus vidas hay un hueco imposible de llenar. Me uno a su dolor. Y me duele con la esperanza de que les sea menos doloroso a ellos. De que compartiendo la pena esta sea más liviana. Porque con las lágrimas y la opresión del pecho sucede lo contrario que con las risas y las cosquillas. Porque en el dolor cuantos más, menos. Porque las penas, cuando son compadecidas, condolidas y consoladas acaban transformando el duelo en una celebración al final de la vida. Una concelebración. Una paradoja de alegría producida por la unión en la pérdida. Un luto de esperanza en la solidaridad desconocida. La resurrección del recuerdo, la inmortalidad de permanecer en los corazones de quienes supieron de ti. En tu memoria.

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