OPINIóN
Actualizado 18/11/2017
Ana Pedrero

Son dos carteles, dos. Dos carteles de la campaña contra el consumo de alcohol en menores. Son dos carteles, uno para las jóvenes y otro para los "jóvenos'. El Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad acaba de retirarlos después del aluvión de críticas que han recibido. Los ha retirado cuando los carteles ya son públicos y circulan por internet como la pólvora. Cuando, por mucho que retiren los carteles, queda claro que el mensaje varía en función de sus receptores. Queda el poso.

Solo la estadística coincide en ambos carteles: el 68,2 por ciento de los menores de edad entre 14 y 18 años ha consumido alcohol en el último mes. Pero las diferencias del mensaje son notables. La foto de una joven adolescente ilustra uno de los carteles. El mensaje advierte que tras el consumo de alcohol "se constata un mayor número de relaciones sexuales sin protección o no consentidas". A saberse, las niñas se ponen como motos después de beber. Cachondonas, facilonas. Y se las viola. En el capítulo de responsabilidades, apela directamente a la madre. La madre. Tranquila. Con 'A'. Como si no hubiese un padre. Ay, hijas de Eva

En el caso de los jóvenes, es también un adolescente quien ilustra el cartel. Pero el mensaje es distinto. El consumo "ocasiona daños físicos y genera conflictos familiares". A saberse, los niños se ponen violentos, se meten en peleas, se ponen morugos en casa. Y también apela a la madre como responsable de velar para que nada de esto ocurra. La madre. Tranquila. Con 'A'. Como si no hubiese un padre. Ay, hijas de Satán.

La joven del cartel ya retirado bien podría ser la víctima de la agresión múltiple en Pamplona antes de florecer a sus dieciocho, esos dieciocho que han quedado pulverizados en un portal y que marcan la frontera entre la adolescencia y la mayoría de edad. La joven del cartel podría ser una de las miles de víctimas silenciosas o no mediatizadas del resto de violaciones, llamadas aquí relaciones no consentidas. Pero cuando una mujer -sea mayor de edad o adolescente- dice no, es no. Y todo lo que exceda de ese "no" es una violación, una humillación, una vejación. Todo lo que exceda ese "no" es un bofetón a la libertad, a la igualdad y a la dignidad.

Mientras en España se ha llegado a cuestionar el comportamiento de la única víctima de una agresión múltiple, el mensaje que se lanza desde arriba es demoledor: a las adolescentes les da por follar a lo tonto; los adolescentes se pegan de leches en plan pandilleros. Y es en la madre, hija de Eva, hija de Satán, la que recae el problema de no saber educar a su hija si la violan o a su hijo si se pone violento.

Todo muy normal, sobre todo viniendo de un Ministerio que promueve la Igualdad, esa asignatura que deberíamos tener aprobada hace tiempo pero que guarda escondidos resquicios de una sociedad machista que le impuso a la mujer la pata quebrada, el papel del sexo débil que ahora viene a ser la debilidad del sexo aunque seamos fuertes como torres. Fuertes, dignas y libres.

Campañas habrá por la igualdad en los colegios, días señalados en el calendario por la igualdad y los derechos de todos, minutos de silencio y repulsa por las víctimas. Jornadas por el sexo responsable, por el uso de preservativos, por la liberación de la mujer. Después, todo volverá a la calma y el mundo mirará hacia otro lado. O retiramos los carteles y le echamos la culpa a la agencia de comunicación. Esos carteles se colaron, han dicho.

Esos carteles nunca debieron existir. Esos carteles que ya circulan como la pólvora en internet nos vienen a decir que nada cambiará mientras una madre -tranquila, con 'A'- no le diga a su hija en casa: "Si bebes no folles, niña. Que luego pasa lo que pasa".

Que os violan, niñas. Que os violan por borrachas. Hijas de Satán.

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