OPINIóN
Actualizado 18/11/2017
Fructuoso Mangas

Una lectura plana de la Odisea no sabe qué hacer con Odiseo que llega a la puerta de su casa en Ítaca. Y de hecho les pasa a muchos comentaristas, que sin ver más allá y sin trascender los nombres y lugares, tienen que corregir los últimos pasos de Odiseo y desdecir lo dicho. Sin trascendencia el relato muere. Y esto es más grave de lo que parece: media vida recorriendo un camino a ninguna parte, vieja tentación del pensamiento occidental. Nadie regresa y nadie partió, solo hay algunas estelas en el mar? En este punto nunca le di la razón al maestro Machado.

Así lo presenta desde México Héctor Carreto, poeta y latinista, en el final de un largo y provocativo poema: Al bajar al fin a Itaca,
la puerta no reconoció
mi cutis, quizá por arrugado.
Mostré mi pasaporte, firmé documentos,
saqué algunas monedas.
Adentro el piso era más frío, más sucio.
Al llegar al comedor
saludé a la mesa: me miró confusa.
Le recordé banquetes, nombres,

fechas memorables.
Fue inútil.
La silla, con pelo ya cansado,
me recordaba menos:
en ella se posaron tantos cuerpos, tantas huellas.
Las paredes, más pálidas que nunca,
no sonrieron.


En fin,
la casa había cambiado.

Al llegar hasta Penélope
- mi fiel Penélope -
me llevé una gran sorpresa:
ella, aún de espaldas,
me reconoció inmediatamente.
Mi fiel Penélope.

Volvió la cara: era otra.

Es la observación tajante y casi brutal de J. L. Borges: No hay Aurora de Rosados Dedos. No hay música. Sólo hay silencio.

  • ¿Habrá que recordar que miles y miles de creyentes cristianos añaden al relato auroras y músicas y voces reveladas?
  • Quien conquistó una ciudad tiene ahora que esforzarse en conquistar su nombre, su identidad, en reconocer su condición. No ser un héroe: ser un hombre. Y sólo en una Ítaca nueva está la luz que refleja una imagen no falsificada. Claro, esto no se sabe, esto se cree. Y es una forma privilegiada, casi divina, de saber. Y es don de Dios.
  • George Steiner, doctor Honoris causa por Salamanca, lo ha dicho desde su cátedra en Oxford: «Somos criaturas con una gran sed, obligados a volver al hogar, a un sitio que nunca hemos conocido». "Sólo la sed nos alumbra" dijo aquí el poeta.
  • Y efectivamente la fe, para el que la vive, ilumina el camino, la llegada a Ítaca y los infinitos días de después.

    Sin ese "complemento" tan precioso que es la fe, no extraña este final imaginado para Odiseo:

    Nadie le conocía. Quizá estuviera loco.

    Carlos Clemetson, Filólogo cordobés

    Declaraba don Miguel D´Ors, nieto de don Eugenio, con enorme riesgo de falso nominalismo:

    Ítaca apenas

    es algo más que un nombre; sólo un nombre

    en el que la esperanza se encastilla.

  • Si Ítaca es sólo un nombre, si desaparece su realidad pensada en cuando se pone el pie en ella, entonces no nos queda nada, sólo la nada y todos los odiseos seríamos, efectivamente, nadies. Se acabó el futuro.

    Por eso si no hay más que eso, se lamenta y se revuelve el salmantino José Luis Puerto como un desesperado Job cualquiera recostado en sus harapos:

    mas me subleva ser nada aquí en tierra,

    ahogarme en el vaso de vino que bebo cada día.

  • Pero hasta un profeta de ínfima calidad como Jonás ha experimentado que incluso un ricino o hasta los descreídos habitantes de Nínive tienen futuro, porque Dios ha puesto, pone y pondrá su mano. ¿Qué alguien lo llama un "deus ex machina"? , pues tanto gusto.

  • Por eso la historia de Odiseo deja la puerta abierta y cada uno la entiende según su proyecto de vida. Eso es lo grande y por eso es un clásico en toda regla. Aquí, en mis humildes palabras escritas, queda claro el final ?la continuidad- de la historia, como cuando en los viejos folletones advertía al final de cada aventura: Continuará?

    No era la vuelta tan sencilla,

    ya traía Odiseo una herida

    abierta

    desde aquella noche en el Hades,

    con un punto de sospecha

    cierta.

    A pesar de ese pesar oscuro

    sigue en pie y plantado en

    cubierta

    porque necesita a su Ítaca

    y no le queda ya ninguna

    contraoferta.

    Parece juego de palabras

    pero en él se juega la vida,

    por eso iza la vela y rema

    mar adentro, es la consigna

    para la mejor aventura.

    El Futuro le espera en su isla.

    Fiorella Manteano, otra que afirma: Continuará?

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