Las palabras no mueren nunca, se duermen de aburrimiento cuando dejamos de usarlas, pero en cuanto alguien, consciente o inconscientemente las pronuncia, despiertan de su letargo y vuelven a nuestra memoria, a nuestro vocabulario, a nuestras conversaciones. Hemos podido comprobarlo estos días con una hermosa palabra que habíamos mandado al desván de los recuerdos: matraca. ¿Cuántos años sin oírla? Y no será porque hayamos dejado de encontrarnos cada día con algún personaje, mejor dicho, personajillo, dispuesto a darnos la matraca con cosas que nunca faltan para darla. Pero así somos: tan ingratos que con frecuencia las olvidamos o las suplimos con extranjerismos que nos hacen sentir más cultos, más actuales y mejor informados.
Menos mal que ellas son todo lo contrario, y nada más llamarlas, vuelan por ayudarnos, que es lo que ha hecho la palabra matraca en esta ocasión.
Cuentan los medios de comunicación, incluidas las redes digitales, que el compañero de celda, un peruano sin problemas de convivencia con el resto de los presos, de uno de los Jordis encarcelados en la cárcel madrileña de Soto del Real por delitos de sedición, no por sus ideas políticas, como quieren sus afines hacernos ver, ha tenido que pedir traslado. El hombre estaba tan harto de que le diera la matraca con lo de la independencia de Cataluña que aguantarlo era mayor suplicio que la privación de libertad. Y compañero que le ponen, compañero que quiere largarse; todos temen su matraca.
No sabemos si la palabra en cuestión la dijo el preso que solicitó el traslado de celda, el funcionario que cursó la solicitud, el director de la prisión que firmó el traslado o el reportero que lanzó la noticia, pero lo cierto es que despertó de su letargo y más ancha que larga se pasea por todos los rincones de España. Lo triste es que en cuanto Jordi Sánchez, que por cierto, ya hay que ser retorcido para renegar de ser español con este apellido, volverá a quedarse dormida de aburrimiento, y aunque el número de matracadores va en aumento, no haremos nada por despertarla.