OPINIóN
Actualizado 11/11/2017
Tomás González Blázquez

Hace once años iba en los asientos traseros de un coche camino de Ciudad Rodrigo. El plan de amigos consistía en visitar la que se intuía última exposición del ciclo "Las Edades del Hombre", el yacimiento de Siega Verde y el Fuerte de la Concepción, entonces aún sin rehabilitar. A una de mis compañeras de viaje "edades del hombre" le sonaba a algo relacionado con arqueología, paleontología o antropología. En Kyrios los homínidos ya se planteaban cuestiones teológicas pero la sorpresa, más allá de creencias y sensibilidades, no le desagradó. Lo bien hecho, si no convence o no conmueve, siempre admira y suscita la gratitud, que no es mal punto de partida para otras travesías.

Resulta indiscutible que casi todo lo expuesto en Las Edades contribuye a caminar, aunque no podría analizar con precisión y justeza las dos etapas porque he faltado a varias exposiciones. Del ciclo inicial, el de las catedrales, el que creíamos concluido en Ciudad Rodrigo, y dejando a un lado las salidas a Amberes y Nueva York, visité seis de once. A partir de Ponferrada 2007, mi balance es cinco de nueve. Incluyo entre mis conocimientos la muestra que se clausura este domingo en Cuéllar, Reconciliare, oportuno y cuidado eco del Año de la Misericordia, igual que Credo complementó en Arévalo el de la Fe o la edición compartida por Alba y Ávila hizo una gran aportación al quinto centenario teresiano. Este segundo periplo, que va llegando a poblaciones menores, ya tiene previsto recalar en Aguilar de Campoo en 2019 y en Lerma en 2020. Se suceden las candidaturas, como nuestra propuesta bejarano-placentina, la de Sahagún con Valencia de Don Juan, la del eje jacobeo palentino Frómista-Villalcázar de Sirga-Carrión de los Condes, y varias más. Las Edades parecen más solicitadas que los Juegos Olímpicos.

Ante tal carrera, contemplada la iniciativa como una posibilidad de desarrollo económico para la localidad anfitriona, muy respetable y comprensible anhelo, cabe detenerse y revisar el sentido fundacional del proyecto. Los obispos de las diócesis leonesas y castellanas conservan la titularidad pero Las Edades son, desde hace varios años, el producto estrella de la Junta y parte innegociable de la marca autonómica. El guion de cada muestra, unas más diáfanas y otras más abigarradas, inteligibles o farragosas, no se ha desviado de la idea original de Velicia y Jiménez Lozano, alumbrada cuando transitábamos por los lejanos ochenta. Sin embargo, la cadencia de exposiciones, ya anual sin descansos, resulta excesiva. ¿Serían capaces de admitir las candidatas, con sus diputaciones provinciales y sus ansiosos alcaldes, que se celebraran a años alternos? ¿No atraería más visitantes que, por ejemplo los años pares, hubiera Edades en Castilla y León, y los impares se llevara un aperitivo regional a Santiago, Bilbao, Zaragoza, Valencia, Sevilla, Oporto, Lisboa? que sirviese de reclamo? Tampoco vendría mal entablar más diálogos entre obras antiguas y contemporáneas con la complicidad de un espacio adecuado, menos denso al reducir el número de piezas. En definitiva, mimar este recurso que es, antes que nada y después de todo, un instrumento para anunciar el Evangelio.

En primer plano, el "Abrazo de San Francisco y Santo Domingo", procedente del monasterio abulense de Santo Tomás, en la exposición de Cuéllar. Obra de Luis Salvador Carmona.

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