No hace muchos días, en un despacho profesional de Salamanca, un matrimonio español afincado en Bruselas se mostraba perplejo ante lo que calificaba como fracaso de la política exterior española. Conocedor de primera mano de toda la génesis del mal llamado process catalán, aseguraban que la versión más extendida en su ciudad de residencia ?y en no pocas capitales europeas?distaba muy mucho de la realidad. Hasta tal punto se ha tergiversado la situación actual de Cataluña que sus amistades más próximas declaraban compadecerse del sufrimiento del pueblo catalán, a la vez que criticaban muy duramente la actitud de un Gobierno español, empeñado en sojuzgar a una población cuyo único delito es declararse partidaria de la democracia. En una palabra, que con la aplicación del artº 155 de la CE ha quedado sin efecto el golpe de estado que dio el Parlamento catalán pero no se ha conseguido "explicar" convenientemente las poderosas razones que tenía el Gobierno español para poner en marcha la medida tomada, ni se ha contrarrestado debidamente la campaña llevada a cabo por la Generalidad antes, durante y después del esperpento del 27-O. Hemos dejado transcurrir varios años tolerando la profusión de "embajadas" montadas en las principales capitales europeas, costeadas con el dinero que todos los españoles aportábamos para que la Generalidad pudiera hacer frente a necesidades de primer orden. Todo el mundo lo sabía pero ni la Justicia ni el Gobierno tuvieron a bien intervenir desde el principio. Por el mismo procedimiento, y con fondos de igual procedencia, han desfilado por toda Cataluña multitud de "observadores imparciales", debida y generosamente subvencionados, prestos a manifestar lo que sus "patronos" habían encargado. Tampoco, en estos casos, se ha notado la imprescindible petición de rectificación, salvo la honrosa excepción de algún medio de comunicación.
No puede alegar sorpresa el Gobierno porque si en algo no han mentido los secesionistas ha sido en guardarse de secreto a la hora de manifestar cuáles eran sus verdaderas intenciones. Llevan años amenazando, desobedeciendo los dictámenes de la Justicia y, al final, han cumplido su apuesta. ¿No habría sido más fácil evitarlo? Ni soy licenciado en leyes, ni tengo responsabilidades de gobierno; pero estoy seguro de que en no pocas naciones de Europa ?y de otros continentes?no se habría tenido tanta condescendencia con los provocadores.
Ante la realidad de hechos consumados, lo único que ahora no se debe hacer es titubear a la hora de tomar decisiones, ni dejarse influenciar por quienes se muestran más partidarios de la flexibilidad. Todas esas voces son las mismas que opinarían lo contrario si la medida hubiera sido más "proporcionada". Muchos de los que se rasgan las vestiduras ante las "exageradas" medidas tomadas por la Justicia ? que no por el Gobierno?todavía no han tenido a bien calificar la gravedad de cuantas barbaridades han salido del Parlamento catalán y de sus compañeros de viaje. No será tan leve el desaguisado a juzgar por la desbandada de empresas que no están dispuestas al descalabro por aguantar el "desaguisado" de unos iluminados que pasan de todo el que no piense como ellos.
A la vista de la actitud que han exhibido los que han tomado las decisiones, a base de nadar y guardar la ropa, todo indica que la firmeza será capaz de frenar los desmanes de más gente que si lo que se aplica es la indulgencia. Por si alguien alberga alguna duda sobre las decisiones judiciales, basta con escuchar las invectivas del "demócrata" Maduro para comprobar quiénes son los que las desaprueban.
Para contrarrestar esa resurrección de la leyenda negra, tan malo es tomar las decisiones a remolque de las veleidades independentistas como no extremar las contestaciones inmediatas y enérgicas a cuantas falsedades y campañas de desprestigio surjan tanto dentro como fuera de España. A pesar de nuestra bien ganada fama de poco consumidores de información, hay que reconocer que para los ciudadanos de otras naciones lo único que cuenta es lo que ven o leen en sus propios medios de comunicación. Si estamos dando por buenas todas las noticias que llegan de España, sin molestarnos en desmentirlas oficialmente, no nos extrañemos de que algún día nos llevemos alguna desagradable sorpresa. Para no llevar la contraria a Isaac Newton, su famosa Tercera Ley física hablaba del principio de acción y reacción. Pues eso; a toda campaña de mentiras ?o ausencia de verdades--, lo mejor será montar la correspondiente contramedida que la contrarreste. No dar la callada por respuesta, pensando que todo el mundo está de nuestro lado, porque, a la larga, saldremos perdiendo.