La vida es otra, inesperada, opuesta
a como era antes. Su rostro ha mudado
de expresión. Todo en ella ha alcanzado
un oro de manzana, vino y mesa.
Llamaste a la puerta de casa. Abierta,
invocaste un fuego antiguo de cobre.
Tu voz como remedio casto y pobre
puso fin al ansia de mi espera.
La gente nos mira camino al río,
andamos hasta un lugar a la sombra,
adonde nace sin saberlo el lirio.
Pintas cuadros de piedad y derrota:
los pescadores contemplan la tarde,
en la hoguera peces y sueños arden.
Juan Ángel Torres Rechy
torres_rechy@hotmail.com