OPINIóN
Actualizado 02/11/2017
José Amador Martín

A propósito de una exposición fotográfica de Ángel Holgado en la Cafetería del Casino de Salamanca (Palacio de Figueroa).

La Cafetería del Casino de Salamanca (Palacio de Figueroa) muestra una exposición fotográfica de Ángel Holgado sobre el Tormes. Mes a mes el impulso que se da a la fotografía desde esta Cafetería salmantina, con Alberto, como empresa y Tomé, como asesor de imagen, se ha convertido en un referente y una muestra permanente de los artistas salmantinos. Loable esta labor al poner un lugar a disposición de los fotógrafos salmantinos tan carentes de espacios donde exponer sus obras.

El reportaje fotográfico corresponde a algunas de las fotografías de la Exposición

Siempre ha sido el río un espacio de metáforas, ya en si el río es una gran metáfora que Ángel Holgado, con la maestría de la que es capaz ha sabido interpretar en sus 16 fotografías que componen la exposición. Muestra, sugerencia, interpretación de las riberas del Tormes de su cauce y de la Naturaleza que lo habitan. Para llegar a esta muestra han sido, seguro, muchas horas de observación, de trabajo, de paseos en soledad escudriñando todos sus secretos. Como consecuencia de sus imágenes escribo mi artículo de hoy, con mi agradecimiento a Ángel Holgado por traernos es muestra que no por cotidiana deja de tener la relevancia e importancia que merece.

La exposición

EL RÍO COMO METÁFORA

Cada día, cruzo alguno de los puentes sobre el río Tormes. La panorámica de la ciudad y el cauce que se divisa desde el pretil es impresionante. Las aguas, en su curso lento, corren, pardas y melancólicas. Su cauce limoso y viejo me evoca el uso literario del río como metáfora, hoy como tema fotográfico.

El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,

bajo los arcos del puente,

como si al pasar dijera:

"Apenas desamarrada

la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,

se canta: no somos nada.

Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera.

La metáfora sobre el río siempre ha sido una imagen muy propia de la literatura en general y de la poesía en particular. El movimiento del río permite un enfático sentimiento de fría ternura, de suave rechazo de amor requerido. Otras veces el río es un recuerdo, una sustancia almacenada en la memoria y permite visualizar el tránsito de la infancia a la vejez

A veces mirar un paisaje desde la ribera permite captar la naturaleza en sus cambios imperceptibles El fotógrafo, al igual que el poeta interpreta al río con sus poemas o con sus imágenes, con un sentido no explícito

A veces el recodo del río es una especie de espejo donde se congela el movimiento del mundo y que refleja su ser interior:

Frutas azuladas por luciérnagas

en un lento movimiento de hojas

Hondo en el alma

es el espacio

que todo lo refleja

en el agua oscura.

El río en su curso a través del lenguaje se transmuta en una figura retórica: la metáfora. Que no es otra cosa que la transferencia de un nombre de una cosa a otra. La metáfora es una simplificación precisa de la similitud. Frente al pensar literal, el pensar metafórico es una posibilidad para aprehender el mundo desde el costado de la belleza.

Es mucho más complicado e interesante captar con metáforas o a través de la fotografía la esencia sustancial del río, que capturar un pez con una red. Los viajeros incansables, los fotógrafos a la vez que los escritores terminan siendo los testigos más directos de los ríos y de su importancia en tierras y paisajes.

Solo mi corazón escucha el río
subir por los peldaños de la luna
y una gacela que su faz esconde
entre las aguas, bebe mi silencio.

Solo mi corazón y solo
en la espesura ardiente del aire
corta la espada el roble,
y sangran mariposas
en un ir y venir del mismo cielo.

Como un niño de luz que gira y vuelve
su melena de húmedos topacios,
así mi corazón escucha
la cavernosa voz del río
siempre igual y distinta en los sollozos
de la novia que espera en la ventana.

Amor dormido
que como el agua corres
debajo de los puentes,
hunde tu voz en los raudales
de la esquiva girándula,
a ver si recupero sus aromas
cuando llegan las nubes
al fondo del océano.

La penumbra del mango al mediodía
y el gavilán de fuego
se quiebran en la móvil
vertiente de la oscura esmeralda,
y mientras cruza el río
el transitable bosque de mi sueños
un caballo de música galopa
camino de tus labios todavía.

La exposición se muestra del 29 de octubre al 5 de diciembre

Ángel Holgado

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