OPINIóN
Actualizado 24/10/2017
Miguel Ángel Perfecto

El primer nacionalismo español nace en las Cortes de Cádiz de 1812 en el seno de la primera Constitución.
Era un Nacionalismo basado en los Derechos Individuales y en la Igualdad de todos ante la Ley por eso suprimió los distintos reinos (Castilla, Aragón y Navarra) y también los fueros porque iban en contra de la igualdad legal de todos los españoles. Para los liberales españoles no podía haber diferencias legales entre los territorios que formaban parte de España.
La Constitución subrayaba que la soberanía nacional correspondía al conjunto de los españoles y ninguna persona o familia podría limitarla.
La Iglesia española opuesta al Liberalismo impulsó otro modelo Nacionalista sobre la base de la religión y la monarquía. Para la Iglesia, España era una creación del cristianismo unido indisolublemente a la monarquía, aquellos españoles que no eran o no querían ser cristianos no eran buenos patriotas y por lo tanto tenían el estigma de antiespañoles, ese era el planteamiento de Menéndez Pelayo.
En la pugna entre el nacionalismo Liberal y Constitucional y el Nacionalismo católico va a triunfar este último a lo largo del siglo XX, por eso la Iglesia apoyará la conversión de fiestas religiosas en fiestas nacionales y tendrá un papel esencial en las movilizaciones populares españolas. Las fiestas locales o regionales siempre han estado presididas por alguna o algún santo patrón.
La Izquierda española tanto socialista como anarquista siempre se declaró internacionalista y rechazaba el nacionalismo, cualquier nacionalismo, por considerarlo obra de la Burguesía, "los obreros no tienen Patria" decían. Es más, el anarquismo catalán de la CNT fue muy hostíl al nacionalismo catalán fuertemente conservador y contrario al movimiento obrero.
En cuanto al Partido Socialista nunca se definió como nacionalista, ni como republicano, para ellos el futuro era la revolución socialista donde la igualdad real crearía una sociedad diferente. Esta situación apenas varió durante la Segunda República cuya constitución proclamaba la integridad territorial con leves concesiones a la autonomía catalana. De hecho, el Estatut de Sans de 1932 no concedía muchos de los derechos que gozan hoy día los catalanes.
Durante el Franquismo el modelo Nacional Católico se hizo hegemónico y provocó el rechazo de una Izquierda perseguida por la Dictadura franquista iniciándose un acercamiento de parte de la Izquierda española hacia los nacionalismos catalán, vasco y gallego igualmente perseguidos duramente por el régimen.
El rechazo de la Izquierda del Nacionalismo católico franquista se hacía extensivo a todos sus símbolos, el himno nacional, la bandera y el propio folklore popular que no era necesariamente franquista puesto que como la propia bandera española tenían orígenes muy antiguos.
Es sabido que la bandera española fue obra de Carlos III en el siglo XVIII y se convirtió en la enseña nacional en 1843, muchos años antes de la dictadura de Franco, por otra parte, no fue solo una bandera de la monarquía borbónica ya que fue también la bandera de la Primera República en 1871. En cualquier caso, la mitificación del periodo republicano por parte de la Izquierda española llevó a considerar la bandera de la Segunda República como su única enseña reconocida y a rechazar con vehemencia la bandera oficial y culquier otro símbolo.
En la Transición, los grupos de izquierda, partidos y sindicatos, apoyaron los esfuerzos de los nacionalismos periféricos por reconstruir su cultura y sus señas de identidad sin que al mismo tiempo reflexionaran sobre la necesidad de asumir un Nacionalismo español integrador en la diversidad cultural, un nacionalismo español liberal y constitucional basado en los derechos humanos y en la defensa de las minorías.
Un nacionalismo laico que uniera a la mayoría de los españoles en democracia con respeto a las creencias religiosas de los ciudadanos y con unos símbolos nacionales compartidos por todos porque son parte de nuestra historia común.
La ausencia de un relato nacional por parte de la Izquierda genera sensaciones ambivalentes, emoción ante el himno catalán o vasco y desprecio absoluto del himno español oficial, adoración de la bandera republicana y rechazo de la bandera oficial española reconocida por la constitución de 1978.
Esa esquizofrenia de la Izquierda española tiene que cambiar a partir de la aceptación de los símbolos constitucionales aprobados por todos los españoles en 1978, lo cual incluye la bandera y las manifestaciones populares nacionalistas, porque si la Izquierda no cambia su proceder, la extrema derecha franquista que ya se apropió de la imagen de España durante 40 años y tachó de Antinacional a la Izquierda va a continuar apropiándose de los símbolos de todos los españoles. Es hora al menos de respetar los símbolos constitucionales de todos los españoles y abandonar esa reacción un poco pueblerina y localista que por un lado defiende enérgicamente las fiestas de su pueblo y sus tradiciones y por otro lado desprecia las fiestas nacionales y sus símbolos.

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