Hace dos años nació su primer bisnieto a la edad en que en España algunos tienen los hijos. No le importa explicar que ha sido una trabajadora sexual, pero deja bien claro a los hombres que buscan el morbo o las bromas eróticas que por ahí no. Cuando acabamos la entrevista se ríe a mandíbula batiente, como dejándose la vida en una carcajada contagiosa y ronca. De pronto cambia el rostro y el tono para darme las gracias porque no le he hecho las mismas preguntas que los periodistas argentinos de la última vez.
Me gusta más hablar de cómo ayudo a las Oblatas, de cómo voy a las cañadas a buscar a las chicas que no vienen al curso porque han tenido una mala noche. O porque llueve. Lo de contar cómo lo hacía, con quién y por cuánto creo que no le tiene que importar a la gente. Trabajaba en el negocio por necesidad. Porque tenía tres hijos, porque mis parejas me lo pedían, porque consumía drogas, porque no conocía otra vida. Era como un payaso. Aunque estuviera muy triste y con mucha pena por dentro, tenía que sonreír todo el rato. Y eso me dolía más que los golpes que me daban algunos clientes. A mi última pareja tuve que darle una puñalada en el estómago porque casi me mata a golpes. Mira la cicatriz que me dejó detrás de la oreja, mira.
Y en efecto, ahí está el cosido que es un memorial al dolor y la impotencia de las mujeres prostituidas. Y enseguida, sin transición, vuelve a soltar otra de sus contagiosas y sonoras carcajadas para explicarnos que a Magnolia la conoce desde que nació. Que su mamá quenpadescanse, también trabajaba en el puerto. Y que la muchacha siguió en el oficio hasta que las Oblatas se cruzaron en su camino.
Fue porque no quería que la primera de sus dos hijas, ya en la adolescencia, se metiese en el negocio. A que las hermanas le echaran una mano para convencerla de que estudiase o se apuntase a algún taller. Hablaron con la psicóloga y acabaron apuntándose las dos: la madre y la hija. Hoy Magnolia se ha sacado el graduado escolar y el título de peluquera y esteticién. Con la ayuda de la Fundación Centro Esperanza y un dinero de Cáritas Donosti ha abierto un local de belleza en su barrio, en el sector Villa Penca, en los Bajos de Haina. El lugar con más prostitución de la ciudad con más prostitutas de República Dominicana. Aquí está el principal puerto del país, la única refinería petrolífera de la isla y el mayor polígono industrial de República Dominicana. Muchos hombres de fuera que vienen a trabajar solos y tienen dinero. Blanco y en botella. La hija de Magnolia estudia en la universidad
Pide pollo en la parrillada. Me encanta el pollo y si sobra, me lo llevo, explica Miladys encendiendo un cigarro al tiempo que nos explica que le da vergüenza fumar en el centro o delante de las chicas. Es consciente de que para ellas es un referente, una mujer fuerte que ha salido del agujero y que está ahí para que se agarren a ella las que decidan dar el paso. Como Magnolia.
Miladys tiene 53 años y un bisnieto, pero no le deja que le llame bisa. Me dice mamá, nos cuenta mientras se le iluminan los ojos. Y cuando nos despedimos, el abrazo es tan fuerte y prolongado que me da tiempo a darle las gracias sin que note que se me ha quebrado la voz porque ha entrado a formar parte de mi pequeño altar de santas y heroínas anónimas. Miladys, la Magdalena que no.