OPINIóN
Actualizado 21/10/2017
Francisco Delgado

Una de las "epidemias" más graves y extendidas que sufre nuestra sociedad es la cuestión de los límites en la educación de los niños/as y su repercusión en un abanico de síntomas psicopatológicos que actualmente proliferan.

El problema tal como se presenta lo podríamos resumir con dos afirmaciones: la primera (que por obvia no deja de ser decisiva) es que los responsables de establecer los límites claros en las conductas de los niños son los padres o sustitutos de éstos y los educadores. Y la segunda afirmación es que el establecimiento de los límites en la educación infantil es tan importante que su inexistencia, falta de claridad o coherencia en su aplicación repercute en el equilibrio y bienestar de las niñas/os de numerosas maneras. Conductas patológicas como la hiperactividad, las dificultades de atención y concentración, la impulsividad en las respuestas, la inquietud generalizada, muchas dificultades en el rendimiento escolar, etc. provienen de una falta de límites o coherencia en su señalamiento.

La cuestión es que en este fenómeno las víctimas son los niños y los que causantes de la patología son (sin quererlo ni saberlo conscientemente) los padres. Muchos padres y madres (¿la mayoría?) tienen dificultades en asumir esta función de marcar límites claros en la conducta de sus hijos; temen ser "autoritarios" y hacerles daño con esta función y algunos padres solo reaccionan en situaciones "límites", que los niños buscan y/ o provocan, pues sin estos límites bajo una aparente comodidad se esconde una angustia que el niño no puede ni expresar, ni menos controlar.

La cuestión de los límites de la que hablamos hoy, se relaciona parcialmente con la cuestión de la utilidad o no de los castigos, pero son dos asuntos diferentes, que conviene no tratar mezclados, del mismo modo que no conviene que un padre o responsable educativo haga coincidir un señalamiento de límites con un castigo supuestamente corrector.

En el psiquismo infantil una de las características del pensamiento es la "omnipotencia": el niño, y en parte el adolescente, diferencian mal la fuerza de sus deseos o pensamientos con la realidad externa. Por este motivo el tema de marcar límites no es un asunto de naturaleza moral, sino de ayuda a la progresiva maduración.

Pero si los padres o educadores han tenido en su pasado de hijos experiencias de ausencia o dificultad de límites, tendrán también dificultades en manejar con eficacia, sin agresividad ni culpa, este asunto tan importante para la educación y equilibrio psicológico de sus hijos.

Francisco Delgado. Doctor en Psicología. francisco.delgado3@gmail.com Tfno 602496257

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