OPINIóN
Actualizado 17/10/2017
Francisco Delgado

Mientras día tras día de este verano-otoño ( o "veroño" como popularmente se le llama ya) muchos esperamos que el cielo se acuerde de nosotros y llueva, da tiempo a hacer una especie de chequeo de cómo va nuestra confianza en la Naturaleza, en el futuro y en la especie humana. Y de cuáles son nuestras ideas y fantasías sobre este pavoroso cambio climático que cada día vemos y experimentamos sin que ya necesitemos a ningún experto en clima que lo confirme, matice o niegue. Sabemos que siempre habrá excepciones a nuestra visión, que seguirán negando lo obvio; como D. Trump, el primo de Rajoy o los fabricantes de mantas. O los fabricantes de coches de gasolina.

Cuando el sábado pasado se nubló durante unas horas (en Salamanca) me puse alegre como un niño, con la ilusión de que era el primer paso para la lluvia. Y esta ilusión infantil hizo darme cuenta de que aún confiaba en la misteriosa Naturaleza, que frecuentemente sorprende y contraría las predicciones meteorológicas. ¿En su casi infinita complejidad dará un giro la Naturaleza, antes de que sea demasiado tarde para los humanos y nos salvará de perecer?

Luego mi chequeo siguió con la pregunta sobre la confianza en nuestra especie. ¡ Y ahí no tuve la menor duda! Mi confianza en los humanos se sitúa en el cero. Ni siquiera el poderoso instinto de supervivencia es capaz de ganar en potencia a la ambición, el deseo de dominar o el terrible deseo de autodestrucción de los humanos. O de la gran mayoría, pues en el tema de la supervivencia del planeta, aunque haya una minoría de naciones que tengan una política razonable y cuidadosa del medio ambiente, son demasiados los países que siguen la misma conducta suicida y que no cambiarán por mucho Tratado de París que se firme. Preguntádselo al irresponsable presidente Trump cuyo país está viviendo un otoño apocalíptico de destrucción con huracanes e incendios como nunca se ha conocido, y que ¡impulsará la sustracción del petróleo existente bajo los hielos del Ártico!

Al terminar mi chequeo sobre la confianza, el diagnóstico sobre el futuro de nuestro planeta y nuestra especie lo veía mucho más claro: aunque ni yo ni mi generación lo vea ya, nuestros hijos sí lo verán y lo vivirán con horror ( y espero que con algunas gotas de humor): gran parte del planeta será un desierto, y España en su casi totalidad. Y lo más terrible es que ¡ya no se puede predecir nada de lo que ocurrirá con el clima y este planeta cuando nuestros nietos lleguen a adultos! ¿Seguirá existiendo el planeta Tierra y la especie humana?. Una pregunta tan inquietante como todas las crisis económicas juntas.

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