OPINIóN
Actualizado 17/10/2017
Redacción

Qué favor me ha hecho el presidente del gobierno, por estas que le voto. Nos ha dado una tregua, ha declarado que espera hasta el lunes a las diez de la mañana y hala, todos de puente, hasta los de la Sexta.

Todos menos Pigdemont, que tiene que habérselas con los de la CUP y demás ralea para ver cómo resuelven el dilema de la ambigüedad semántica. Habemus independencia y artículo 155, o casi, o no, o espera que sigo decidiendo. Mientras, las empresas hacen un corte de mangas y las reservas en los hoteles se evaporan.

Me alegro, no se puede armar la gorda y luego largarse de rositas, lo siento, y vuelvo a insistir en que si fuera un clamor mayoritario el rollo este de la independencia, era yo la primera en apoyar su consecución. Pero no es así, hay una enorme minoría silenciosa que no tiene nada de pequeña y sí mucho de hartazgo.

Los que no son independentistas y sí catalanes. Los que no van a votar, los que no tienen en el balcón una estelada y sin embargo, hablan catalán, aman la tierra, la trabajan, la disfrutan, la viven por elección.

Pero a lo que iba, que el presidente Rajoy me ha hecho un favor porque ya estaba a un paso de la desesperación: mi chico se pasa todo el día obsesionado con el temita catalán y a este paso me temo que acabará poniendo en el despacho la foto de Inés Arrimadas for president of Catalunya. Soy una celosa, sí, pero que conste que no una exagerada.

Le veo a mi chico tan imbuido de espíritu crítico que le pregunto por qué no escribe un artículo sobre su infinito conocimiento del tema. Nunca lo hubiera hecho, me larga una filípica de esas que necesitan papel y lápiz, y como estoy medio dormida, todo se pierde en la noche de mis sueños.

Por eso le pido al día siguiente que me lo repita después de una buena cafetera, pero la declaración unilateral se pierde entre el ruido de la ducha.

Por fin, me escribe un mensaje que no tiene nada de amoroso ?ni un emoticón de besito- para decirme que el asunto este de la independencia es xenófobo, insolidario y basado exclusivamente en datos falsos y expectativas ilusas. Le vuelvo a preguntar por qué no se convierte en analista político en las filas de Salamancartv al día y me contesta que para eso estoy yo cuando dejo de hablar de mis múltiples sobrinos, mi dilecto jefe y hasta de mi pasión inconfesable por las páginas del Hola. Vaya, que no sé si me ha tomado por el muñeco del ventrílocuo o me está llamando mema, pero como el amor todo lo puede reflexiono sobre sus palabras y sí, claro que sí.

Llego a la conclusión de que esa minoría culta, burguesa, llena de cierta soberbia, toma las esperanzas de la gente, el amor a su tierra de la gente y la convierte en un arma arrojadiza. Y a todos los que nos gusta la diferencia, la disfrutamos, la gozamos, la queremos, la buscamos, nos alucina esta especie de alucinación colectiva.

Habláis vuestra lengua, habéis invertido la diglosia, sois más independientes que el Quebec, tenéis una poli propia que gana un pastón y arrincona a las otras, por tener, hasta tenéis vuestra propia corrupción molt honorable. Un país fantástico y diverso ¿qué más queréis?

Pues nada, la independencia. Modelo IKEA, por supuesto, claro que, como bien dicen, se ha despertado a la bestia. Ni todo tiene tanto seny ni el fuet es tan rico. Ahora, ante la tontuna, vamos a ver las consecuencias.

Y me temo que a partir del lunes, me espera otra sesión de política. A este paso, pido el cese temporal de la convivencia pero no con Cataluña, vaya, amor, que no me cambies por Ferreras y Ana Pastor, avera.

Charo Alonso / Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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