Mariano Álvarez Gómez, filósofo y amigo, falleció en la madrugada del pasado viernes. Ya estoy en primera línea de combate. Me estoy quedando sin referentes, se me están muriendo. Debe ser lo que toca por la edad, pero duele. Me hubiera gustado poder comentar con él acerca de la situación de Cataluña, como cuando hablábamos acerca del fin del franquismo y del advenimiento de la soñada democracia en largas sesiones en su casa de Gómez Ulla de las que salíamos más serenos de lo que habíamos entrado.
Y dialogar acerca del difícil presente y futuro de la Verdad en esta Sociedad, dicen que líquida, en la que flotamos. Y abordar juntos, en equipo, "la caza de la Sabiduría". Y "pensar a Dios", siempre desconocido y ¿más ahora? Estoy un poco viejo, la verdad, para "el esfuerzo del concepto", pero me gustaría contar con su apoyo tranquilo para no caer en las trampas del relativismo y poder seguir manteniendo con dignidad una oposición fundada y reflexiva a lo políticamente correcto.
O ver el segundo tiempo de un partido de Champions del equipo preferido, con un café ya enfriado ante nosotros. Es momento para la melancolía. No hay que huir de ella, porque no tendrá la última palabra. Desde su fondo brotará la esperanza, poco a poco, y todo lo que aprendimos con Mariano, o mejor, las actitudes espirituales que practicamos cerca de él, volverán a tomar la palabra para poner nombre a las cosas y a las situaciones.
Y tendremos que ensayar el volver a encontrarnos sus amigos, aunque su silla esté vacía, y pensar y actuar no cómo él actuaría, sino como nos entrenamos a hacerlo a su vera, con la libertad intacta, pues era un hombre con discípulos, no con seguidores.
Me cupo el honor de impartir la Unción de los Enfermos a un creyente que aceptaba la limitación, la enfermedad y la muerte con serenidad, facilitándome la tarea. Ahora me queda meditar sobre lo que los creyentes rezamos en el Credo: "creo en la comunión de los santos". Por suerte, además, tenemos sus recuerdos ?subjetivos- y sus escritos ?objetivos- para seguir por la vía de la vida buena. El esfuerzo será nuestro, pero Mariano Álvarez no podrá evitar seguir siendo un referente. Santa Gloria haya.