Muy señores míos, tengo memoria de pez. Este curso soy incapaz de aprenderme los nombres de mis alumnos, pierdo las llaves del coche y tengo que mirar a cada rato el horario de clases y más, el calendario de la cocina que es mi disco duro particular. Y a propósito de calendario, mi querida tocaya, Charo García Diego, que se ríe de esta costumbre mía tan poco tecnológica, recuerda cómo, cuando era niña, iba con su abuela a buscar el calendario de la Caja de Ahorros y el Monte de Piedad de Salamanca, un acontecimiento con el que los charros de pro inaugurábamos el Año Nuevo.
Lo dicho, que tengo memoria de pez y me acuerdo del pasado como si ahora mismo tuviera delante el logo con la bolita de la dichosa Caja de Ahorros que lo tenía todo en Salamanca, hasta una pequeña biblioteca donde íbamos a estudiar y conocí al chico alto y moreno que me gustó los treinta años que me costó que me hiciera caso ?ya ven, una es lenta para todo, claro que tampoco es que yo me estuviera ese tiempo de brazos cruzados-. La dichosa Caja era tan omnipresente que nunca quise abrir una cuenta en ella. Vaya, que debo ser la única salmantina que no ha tenido jamás sus dineuros ?neologismo de mi sobrino catalán- en la que es ahora una caja basura que por tener no tiene ni obra social, ni biblioteca, ni teatro ni nada de nada. Cómo cambian los tiempos. Lo suficiente como para que yo me vaya de paseo por las canciones franquistas ante la andanada de banderas que se mecen al viento y observe, impasible el ademán, cómo el soberanismo recibe una buena somanta de declaraciones a cual más incendiaria. Pues sí, ya era hora de que ese España nos roba mereciera una sonada pitada, ya era hora de que reconociéramos que, sin un marco legal, nos guste o no, somos una panda de burricalvos. Y sí, ya era hora de que nos riéramos un poco y hasta que pidamos que las policías nuestras ganen lo mismo que esos mozos de cartabón que andan por ahí haciéndose los sordos. Ya ven, parece que nos han dado una buena sacudida y nos atrevemos a expresar lo que por sabido, no se decía: que la clase política le ha dado al nacionalismo carta blanca durante años para sumar sus votos, que estos han envenenado a la población durante años a través de libros de texto vergonzantes y que ahora, a ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato.
Mientras pasa todo esto yo me acuerdo de las canciones fascistas por aquello de que leo los artículos de Michi Panero, amorosamente reunidos por Javier Mendoza junto con sus sorprendentes cuentos y miren, encuentro referencias a José Antonio que me hacen reír porque no en vano Michi era un tipo con memoria, con humor y con esa punta de veneno de columnista irrepetible. Vaya, que estoy aquí en medio del desencanto catalán pero volviendo la vista atrás y riéndome de los años que pasan. Lo siento, una es así de original. A mí de los Panero, me gusta Michi y hasta Juan Luis. La locura con o sin poesía, para el que la quiera. Sí señores, estoy ahí, recordando y pensando que España siempre tiene que ser dos porque si no, parece que no estemos a gusto. Y sí, nos peleamos, nos atizamos con el palo de la banderita y luego, luego qué bien que lo arreglamos y ya ¿O no es así y ya no me acuerdo?
Charo Alonso
Fotografía: Begoña Solís.